Ultima Hora, FDS, 26 de abril de 2002

Es probable que haya leído usted este libro en algún momento de su vida. Y que haya visto alguna película basada en él. La más conocida es la de 1954, que dirigió Richard Fleischer para la factoría Disney. Según el hábito inveterado de Hollywood, el guión se centra en las escenas espectaculares y olvida ciertas cuestiones accesorias. Tales son, por ejemplo, las razones de los personajes para obrar de una manera u otra, las implicaciones físicas de los medios técnicos que usan, o los problemas de intendencia y suministros. Mire que hace años que dura la cosa, pero no me acostumbro…

La historia empieza cuando diversos buques dan noticia de haber avistado un monstruo marino. En algún caso, les ha producido averías graves. El examen de los boquetes multiplica la perplejidad de los expertos: parecen artificiales. Cunde la alarma. De manera que los Estados Unidos confían la misión de acabar con la amenaza al comandante Farragut, que iza su pabellón en la «Abraham Lincoln», una fragata de espolón de gran marcha. También embarca en ella el profesor Aronnax, del Museo de París, eminente oceanógrafo. En la película, su papel lo hace Paul Lukas. Le acompaña su criado y ayudante Conseil, al que da vida el nunca bien ponderado Peter Lorre. Como piensan que es algo así como un cachalote, «fichan» al eficaz arponero Ned Land para que le dé muerte a base de pincharlo con una lanza. En el cine es Kirk Douglas. Por fin encuentran el monstruo, pero resulta ser un submarino. La fuerza de un hombre vale de bien poco contra su robusto casco metálico…

Si ha visto la película, estoy seguro de que recordará la escena del ataque. El «Nautilus» acelera con las luces encendidas y un fuerte zumbido de motores eléctricos. Embiste a la fragata pasando bajo su quilla y se la rompe con una especie de serrucho. En el libro no queda muy claro el procedimiento. Por mi parte, no creo que ningún comandante de sumergible ponga su barco en el camino de una fragata que se hunde… De resultas del choque, el Profesor cae al agua y Conseil se tira para salvarle. Al cabo de bastante tiempo, llegan a nado al «Nautilus» y se encuentran sobre la cubierta a Ned Land, que también había abandonado involuntariamente la fragata. Los tripulantes del submarino los acogen a bordo de bastante mala gana.

A continuación, Verne nos presenta a James Mason, digo, al Capitán Nemo, uno de los personajes más conocidos -y admirados- de la literatura universal. ¿De dónde viene el profundísimo impacto que ha causado el Capitán en el inconsciente colectivo? La primera explicación es que cuando termina el libro sabemos de él prácticamente lo mismo que al principio… es decir, casi nada. Verne nos lo presenta envuelto en misterio, y cuando nos despedimos de él, bien poco nos ha desvelado. Como es natural, yo tampoco voy a decirle nada… Si le interesa, lea el libro, y si quiere saber un poco más, siga con «La isla misteriosa».

Siguen unas cuantas observaciones inconexas para cuando lo haya acabado.

La célebre frase «Nautron respoc lorni virch», según una hipótesis que he encontrado en Internet, puede ser parte de un esbozo de lengua artificial, como el esperanto. Es una idea seductora. En «Dune» hay varias «lenguas de batalla», como el Bhotani Jib y el Chakobsa, idiomas pensados para evitar errores en la cadena de transmisión de órdenes en combate. Un ejemplo actual es la jerga de las comunicaciones por radio, que sustituye «sí» por «afirmativo» y «no» por «negativo».

Yo creo que es un criptograma. Verne era muy aficionado a ese tipo de enigma y los metió a cientos en sus obras. En «La Jangada», el verdadero protagonista del libro es uno de tales acertijos. En el «Viaje al centro de la Tierra» también figura uno en lugar prominente. No tengo noticia de que nadie haya descifrado éste. Si usted sabe algo sobre ello, le ruego encarecidamente que me lo diga. Desde que lo leí por primera vez, me he quedado con las ganas de enterarme de qué nos dice la famosa frasecita.

Cuando el Profesor encuentra aquella caracola tan rara, tenemos un caso de libro de la Ley de Murphy, muchos años antes de su promulgación oficial…

El calamar de la película es un pariente mucho más próximo del Watcher in the Water de «The Lord of the Rings (The Film)» que el Watcher «auténtico», el del libro. Por supuesto, Tolkien no la había visto cuando lo escribió. Probablemente, Mr. Jackson sí la conoce.

Una reflexión final: el submarino más famoso de todos los tiempos es una fantasía literaria. Para que luego hablen del poder de la imaginación.

Maqueta del «Nautilus» de la película «Veinte mil leguas de viaje submarino»

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