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Última Hora, FDS, 16 de noviembre de 2001
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Estoy esperando con una mezcla de impaciencia y temor el estreno de «El Señor de los Anillos» (en adelante, lo citaré como el «Señor»). De un lado, tengo prisa por verla de una vez y salir de dudas sobre el acierto -o falta de él- con que han podido meter unas mil páginas de excelente texto en tres películas de dos horas. De otro, aún me estremece recordar cómo pisotearon el libro las huestes de Bakshi en el intento anterior… Y todavía me asusta más que decida usted que, vista la película, no le hace falta leer el libro. Tal vez ocurra lo contrario, y le sirva de «aperitivo». Es probable que suban las ventas. El tiempo lo dirá.
En mi opinión, es mejor leer los libros de los que sacan «adaptaciones» cinematográficas antes de ver las películas. En muchos casos, es «en vez de» verlas. Hay excepciones; otro día, si usted quiere, hablaremos de «2001«.
El «Señor» es un libro muy bueno. No quiero decir nada que pueda echarle a perder la primera lectura, porque es única e irrepetible. Siguen unas sugerencias.
Empiece usted con «El hobbit». Ahí encontrará muchos personajes y objetos que vuelven a aparecer en el «Señor». Es una historia que pueden leer los niños, sin ser sólo para niños. También es un libro muy bueno, pero el «Señor», mucho más. En Cala d’Hort pasa lo mismo. Si usted se fija, Es Vedranell sería un elemento paisajístico de primer orden en cualquier cala del mundo. Pero está junto a Es Vedrà y prácticamente no lo vemos: lo eclipsa . Si Tolkien no hubiera escrito el «Señor», «El hobbit» sería un libro «infantil» bastante famoso. La vida es así.
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Es Vedranell está delante de Es Vedrà
Esta foto está aquí por gentileza de Fotoprix Eivissa
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Cuando acabe «El hobbit», espere un par de meses antes de empezar el «Señor». Lea ese tratado de contabilidad por partida doble que tiene en casa desde el siglo pasado. Algo que no tenga nada que ver con el mundo fantástico. Esto es para que se olvide un poco de los personajes y objetos que también aparecerán en el «Señor». Se llaman igual, pero son muy diferentes. Si «El hobbit» le gusta, el «Señor» le entusiasmará. Pero lo contrario no se cumple. Si «El hobbit» no le parece nada del otro mundo, eso no implica que el «Señor» no haya de interesarle.
Cuando empiece el «Señor», sáltese el o los prefacios y vaya directamente al primer capítulo. El mejor prólogo es «El hobbit». Ya los leerá en otro momento, o cuando relea el «Señor». Ya sabe usted que un libro que no merece dos lecturas tampoco merece una. Y la primera vez lo pasa usted tan mal con los apuros de los personajes que no se fija en los miles de cosas interesantísimas que se van diciendo unos a otros. Ni en las observaciones del narrador, por supuesto.
Tenga a mano el segundo volumen antes de acabar el primero, y el tercero antes de terminar el segundo, porque es muy importante poder seguir la historia sin interrupciones.
Cuando lo acabe, es probable que quiera volver a empezarlo en el mismo momento. No lo haga. Léase los Apéndices, que en España se venden aparte, vaya usted a saber por qué. Y tal vez alguno de los muchos libros sobre Tolkien y el «Señor» que hay por ahí. Con eso le va a sacar mucho más partido a la segunda lectura y a las sucesivas. Es un libro que se puede leer, por ejemplo, una vez al año. Siempre encontrará cosas nuevas… porque usted ha cambiado, porque ha tenido alguna experiencia vital, o porque alguien le hace ver tal o cual frase y le abre -literalmente- los ojos.
Y si le gusta mucho el «Señor», es probable que también le interese el «Silmarillion». Pero eso, como diría Kipling, es otra historia. Otro día, si usted quiere, hablaremos de este libro y del resto de la obra de Tolkien. Da mucho que hablar… Ponga usted «Tolkien» en cualquier buscador de Internet, a ver cuántas páginas salen. Pero no le recomiendo que entre en ninguna, lo que se dice en ninguna, antes de haber leído «El hobbit» y el «Señor» por lo menos.
A estas alturas probablemente se habrá dado cuenta de que me gusta el libro. Lo he leído entero sólo doce veces. Pero lo hojeo con frecuencia, en busca de alguna frase, para citarla exactamente. Y si tiene usted alguna pregunta, sobre esto o sobre otras cosas, ya sabe que estoy en
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Hay una versión anterior de este texto en
(( ¿Aún no ha leído «El Señor de los Anillos»? ))
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El Señor de los Anillos, «The Film»… ahora que lo he visto
Ultima Hora, FDS, 18 de enero de 2002
Si leyó usted mi artículo anterior, se habrá dado cuenta de que soy eso que se llama un «fan» (abreviatura de «fanático») del libro. Estos sujetos son el azote de los «adaptadores» cinematográficos. Suelen ser dados a subrayar las menores desviaciones del texto, los personajes no les convencen, los escenarios no les cuadran… En resumen, nada les parece bien.
A la «fandom» no le gustó la versión que hicieron Zaentz y Bakshi, de forma que sacaron la primera parte… y con eso se acabó la historia, porque ya vieron que la segunda no iba a ser negocio. La de ahora ha contado con nosotros desde el principio, de manera que fui a verla con la tranquilidad de que el producto tiene las bendiciones de los «popes», que son bastante más exigentes que yo. Y de que todas las críticas que me habían llegado eran, con diversos matices, positivas.
Dicho esto, me presenté en el cine el sábado 12 de enero de 2002, provisto de mi Nokia 9210, que sirve -entre otras cosas- para tomar notas a oscuras. Iba en la actitud que recomienda el Profesor Tolkien en su ensayo «On Fairy-Stories» para tratar con la «sub-creación». Consiste en una «suspensión del descreimiento»: cuando usted lee un libro o ve una película, ha de aceptar una serie de «licencias poéticas». Se trata de no aplicar las mismas categorías que empleamos en la vida cotidiana, sino las que nos proponen los autores. Mientras sean coherentes y usted esté de acuerdo, no hay ningún problema. Tolkien lo llama «Secondary Belief». Sin esta complicidad, no hay fantasía posible.
El Profesor Tolkien era muy sensible a las críticas de las personas cuya opinión valoraba. Respecto a las demás, citaré un párrafo suyo sobre el «Señor de los Anillos»: «Algunos de los que han leído el libro, o al menos han publicado críticas sobre él, lo han encontrado aburrido, absurdo o desdeñable; y no tengo razones para quejarme, porque tengo opiniones similares sobre sus trabajos o sobre los tipos de literatura que evidentemente prefieren. Pero, incluso desde los varios puntos de vista de los que han disfrutado con mi cuento, hay mucho que no llega a gustar. Quizá no sea posible complacer a todos los lectores en todos los puntos de un relato largo; ni disgustarles en los mismos puntos; porque hallo en las cartas que he recibido que los pasajes o capítulos que para algunos desdicen del resto, son sin excepción especialmente aprobados por otros. El lector más crítico de todos, yo mismo, encuentra ahora muchos defectos, pequeños y grandes, pero no estando obligado, afortunadamente, a hacer una reseña del libro, ni a escribirlo de nuevo, los pasará en silencio, salvo uno que ha sido subrayado por otros: el libro es demasiado corto».
Mientras yo daba vueltas en la cabeza a estos razonamientos, empezó la película y al cabo de unos minutos apareció Gandalf. Y ya se me quitaron las ganas de tomar notas. Verá usted, después de leer el libro doce veces, uno tiene una idea bastante clara de quién es Gandalf. Pues bien, el que sale en la película es Gandalf. Tal vez no han acertado tan de lleno con todos los actores, pero ya ve usted que era imposible que la película respondiera punto por punto a mi visión particular.
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Gandalf, por Nancy Martsch
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Podría seguir detallando los puntos que me han parecido mejor y peor. Pero, después de ver esta primera película, le doy a Mr. Jackson el mismo privilegio que al Profesor. Es imposible complacer a todo el mundo en todo. Y menos en sólo tres horas. Y le digo desde ahora que si decide hacer una versión de, por ejemplo, diecisiete, yo iré a verla con el frasco de «miruvor» y los paquetes de «lembas»; y conmigo vendrán otros muchos, porque la película se nos hace demasiado corta.
Además, tengo que cumplir una promesa. Había dicho ante dos testigos que si sentía miedo en, ejem, determinado momento de la acción, haría la vista gorda con todo lo demás. Era una papeleta bien difícil, porque yo iba a estar esperando el susto, sabía perfectamente que iba a venir… Pues bien, cuando ocurrió, ejem, la cosa, di un buen bote en el asiento. Aquello me aterrorizó. Verá usted, si aceptamos que en la Tierra Media no se aplican las mismas leyes que aquí, lo único que se puede hacer cuando aparece, ejem, eso, es salir huyendo del cine… Y a mí no me cuesta nada situarme mentalmente allí. Lo he hecho miles de veces.
Sigo recomendándole que lea «El Hobbit» y al menos el primer tomo del «Señor de los Anillos» antes de ver la película. Pero mis barruntos sobre su efecto en la venta de los libros se confirman: se han disparado. También ha tenido bastante éxito la banda sonora. Me pasa lo mismo que con la película: hay partes que no me gustan mucho, pero el tema de los Hobbits es perfecto.
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o por la calle, como siempre…
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