Por Juan Manuel Grijalvo|2021-02-13T21:29:10+01:00diciembre 2nd, 2015|
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—Un momento —advirtió, deteniéndoles, el prudente Ulises Barcala—. Y así que hayamos rescatado a Carmen, ¿qué hacemos con ella? Porque supongo que no te la traerás a casa.
—Es verdad. ¿Qué hacemos con ella?
—¡Pero si no hay nada más sencillo! —resolvió Augusto, encontrando en su erudición romancesca la solución del problema—. Tenemos preparado un cura en una iglesia cercana, vamos allá con la muchacha en cuanto se la robemos a sus carceleros, os casáis, damos muchos vivas a los novios y otros tantos mueras a Maragota y a su cochina ascendencia, y colorín colorao…
—¿Y dónde encontraremos a ese cura?
—Yo iré a buscar a Minguiños —contestó Casimiro—. Minguiños es pintiparado para el caso. ¿Quién sabe dónde vive?
—¿Para qué quieres sus señas? ¿No han enterrado hoy a don Sabino?
—Cierto. En la taberna del Argallante lo encontraré esta noche. […]