Al loro Pepito lo disecaron y ahora está
en el Museo Vasco del Ferrocarril – Azpeitia.
El alma ríe – Humorismo vasco, páginas 133 a 135.
Publicado en 1968
<<<
Cantaba, hablaba y dio que hablar y cantar. Porque las faenas de «Pepe» llenaron numerosas columnas de periódicos internacionales y un compositor de música ligera, de París, le dedicó el bolero «Le train et le perroquet». Se hizo, pues, mundialmente famoso el Señor Lorito de Cestona.
Es posible que más de uno se rasgue las vestiduras (¡qué cómoda es la cremallera!) porque a un psitácida se le llame Pepe. Defiendo al animalucho porque también los mortales utilizamos nombres de animales: Chuchi, Chon, León, Cucu.
Tres periodistas donostiarras llegaron con ánimo de interviuvar al loro. Se gastaron varios duros en chocolatinas para camelarlo. «Pepe» permanecía con el pico cerrado.
—Canta, lorito, canta—, le persuadía uno de los visitantes.
—¡Canta tú! —fue la descarada contestación del pájaro.
«Pepe» resultó de izquierdas. ¡No podía ver una sotana! A un cura que se acercó a su jaula le propinó un picotazo de antología. A monjas, curas y frailes, les insultaba, demostrando así su anticlericalismo. Ignoro de dónde pudo contraer esa fobia, pues la familia Oruesagasti es muy de iglesia. (Pero en un bar se oyen tantos comentarios).
Lo más sobresaliente del papagayo consistía en la suplantación de personalidad que hacía del jefe de la estación, pitando a los trenes desde el alféizar de la ventana de su domicilio, con vistas al andén del ferrocarril del Urola. Imitaba a la perfección el silbido del jefe y un buen día, en plena faena de carga y descarga, subir y bajar de viajeros, ¡prrriiit! pita el loro, arranca el tren y se arma la zapatiesta. Nadie había dado la salida oficial al convoy. Indagaron a fondo, ¡pobre lorito!
Dos abogados le defendieron en el tribunal de San Sebastián. Por cierto que acudió numeroso público en la creencia de que «Pepe» iba a estar sentado en el banquillo. ¡Los hay ilusos!
En la actualidad se porta correctísimo, desde la urna de cristal donde se halla disecado…
Pero otro loro ceniciento, nacido en la punta de un cocotero, alegra el modesto hotel. Atiende por «Arturito» y amplía estudios lingüísticos. En los tres años de residencia cestonesa ha demostrado más inteligencia que muchos nativos que parlan en un sólo idioma. Al papagayo bilingüe lo mismo le da silbar un mambo afrocubano que un zortziko de Iparraguirre.
Recientemente, abusando de la libertad que le concede Marichu, quiso emular a los jets, y en vuelo sin escalas, llegó hasta el palacio de Lili, donde fue apresado ¡Gracias que no coincidió con el pase de palomas! Desde entonces «Arturito» desagravia a su dueña besándola más que Atenágoras en sus viajes.
Chávarri y Larrañaga, jefe y suplementario de la estación de Cestona-Villa (en el pueblo practican la discriminación racial y disponen de otra estación ferroviaria para los de tez amarillenta) están fritos con «Arturito» que imita a la perfección el pitido que cada uno de ellos arranca a su chiflo. Es la tercera vez que sale el tren antes de tiempo.
<<<
Beltx – Nunca hubo un perro mejor
El hotel cuenta asimismo en su zoo, con la atracción de «Beltz», un perro futbolista que cubre la puerta de entrada; los clientes le lanzan cualquier objeto, se arroja por él, lo detiene, lo atrapa con la boca sin permitir que penetre en su marco. Contoneándose, devuelve la pelota al cliente para continuar el encuentro.
¡Ah! Y además de polifacéticos loros y perro deportista, en el pequeño hotel cestonés se come estupendamente, detalle que tiene importancia.
>>>