Escrito entre septiembre de 2003 y febrero de 2004.
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Según el DRAE, la palabra «taifa» viene del árabe «ta’ifa».
Ha adquirido carta de naturaleza en la lengua castellana y designa, en su primera acepción,
«cada uno de los reinos en que se dividió la España árabe al disolverse el califato cordobés».
La segunda es «bando, facción».
Y la tercera es «reunión de personas de mala vida o poco juicio».
Ejemplos: ¡Qué taifa! y ¡Vaya una taifa!
Hay un instructivo cuento hindú sobre tres ciegos que deben responder a la pregunta de cómo es un elefante. Uno llega a una pata y dice que es como una columna. Otro lo agarra por la cola y afirma que es como una brocha. El tercero encuentra un colmillo y empieza a discutir con los demás: el elefante es un objeto duro y liso que acaba en una punta aguda. Al final, la cosa degenera en una pelea a bastonazos.
Cuando se pierde la unidad de visión y de doctrina, o se oculta artificialmente, a veces ocurre que un conflicto que podía resolverse de modo más o menos racional acaba enconándose. Por contra, Peter F. Levy nos dice que «Things tend to make sense when all the facts are brought out», las cosas tienden a encajar cuando exponemos todos los hechos.
En mi humilde opinión, el «Estado de las autonomías» se está convirtiendo en un conjunto inconexo de taifas, megataifas, maxitaifas, macrotaifas y supertaifas. Son las «autonosuyas», como bien decía Vizcaíno Casas… aunque sus propuestas alternativas fueran harto discutibles. Ahora mismo, la más grande se llama Pepelandia. Los jefezuelos subordinados deben rendir pleitesía de boquilla a ese señor con bigote, o al sucesor que le parezca bien designar. Mientras la mantengan, podrán hacer la competencia fiscal al vecino, celebrar poco edificantes pugilatos por los trasvases de agua, y hacer lo que les dé mayormente la gana en su taifa particular. «Mutatis mutandis», en Pesoelandia, Pujolandia, Fragalandia, etcétera, ocurría y ocurre exactamente lo mismo.
A nivel local, cada taifa se divide en subtaifas, infrataifas, minitaifas y, por último, microtaifas, que son aquellas dependencias administrativas imperceptibles para el ojo humano. Su existencia y eficacia se presumen a partir del hecho de que tienen un presupuesto y de que se gasta en cada ejercicio. Este detalle, del todo irrelevante desde el punto de vista de la utilidad pública, basta para mantenerlo, y para aumentarlo un diez por ciento al año siguiente.
La base y sustancia de la taifa es la división de las competencias, y la celosa custodia de las que con mayor o menor acierto ejerce cada una. Para ello, la clase burocrática se vale de técnicas probadas durante siglos para encerrarlas herméticamente en compartimentos estancos. Por si no se había dado usted cuenta, el cierre hermético se llama así porque lo inventó Hermes Trismegisto, el tres veces grande, uno de los primeros alquimistas. Nunca sabremos si fue una persona de carne y hueso, un ser mítico o el seudónimo de un colectivo de adeptos del Arte Real.
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José Antonio Millán : La alquimia en quintaesencia
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La alquimia es un saber oculto que debe reservarse a los iniciados. La piedra filosofal sirve, entre otras cosas, para transmutar el plomo en oro. La burocracia hace lo mismo, pero al revés: convierte el oro de los contribuyentes en varios elementos… Ya sabe usted que todo se compone de agua, aire, tierra, fuego y madera, combinados en diferentes proporciones. La taifa lo convierte todo en papel. En muchísimo papel. En cheques con tres firmas, nominativos y cruzados, que culminan dilatados trámites para hacer pagos de menos de cinco euros, es decir… de calderilla. Cada acto administrativo debe costar tanto tiempo, trabajo, dinero, espacio y papel como sea posible. Para ello, las taifas se han dotado de ingentes parques de fotocopiadoras, faxes e impresoras. Usan los ordenadores para multiplicar el papeleo. Así mantienen oculto el saber que debe reservarse a los iniciados. Cuando cada mesa es una taifa, en permanente conflicto con todas las demás, la información es poder. Quien la controla se hace imprescindible.
Como siempre, sigo sin hablar de «política» en el sentido habitual del término. Todo esto no es más que una caricatura más o menos pintoresca de una serie de cosas que podemos ver usted y yo, sin necesidad de telescopios ni microscopios. Y no deriva de que los partidos que gobiernan las taifas, digo, las instituciones, sean de un color o de otro. Eso no es más que una especie de gualdrapa que recubre coyunturalmente el lomo del elefante burocrático, como una mano de pintura… o de maquillaje.
Y tampoco hablo de los funcionarios. Los seres humanos somos individuos. No se nos debe reducir a elementos de tal o cual categoría. Muchas veces montamos artificios para evitarnos el esfuerzo de conocer de verdad a las personas, a base de ponerles encima una etiqueta lingüística. Ya ve usted que buena parte de la energía mental que puede reconducir las extravagancias de los aparatos a sus cauces naturales está comprimida ahí, en la frustración de muchas personas, que ven cómo las jornadas que componen su única e irreemplazable vida se desperdician en compilar expedientes que no se sabe para qué sirven… Son las primeras víctimas del sistema.
Volviendo a la articulación administrativa del Estado, «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas» (Artículo 2). Las diferencias étnicas, ideológicas, religiosas y culturales existen y no van a desaparecer mañana; pero no deberían servir de pretexto para mantener privilegios por razón del lugar de nacimiento, caciquismos cuasifeudales y burocracias decimonónicas. Ni para subordinarnos a todos a una sola taifa, aunque sea la de Quintanilla de Onésimo.
Otro día, si nos alcanza la paciencia, podemos hablar de cómo encaja toda esta… todo este… bueno, todo esto, en una Europa y en un mundo que van a toda velocidad hacia la integración económica y política, cuya consecuencia lógica es el mestizaje humano y cultural. Sin ir más lejos, ¿de qué raza es Rufito? ¿Dice usted que eso no importa? Pues la de un ser humano tendría que importar todavía menos…
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Rufito en TVE…
Pablo Sánchez Quinteiro – ¡Que suene la flauta!
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Administración única…
Zoología con aplicabilidad…
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