Por Juan Manuel Grijalvo|2019-01-02T17:19:24+01:00junio 13th, 2015|
1994
Las primeras generaciones de automóviles debieron ser un invento curioso; las segundas hacían juego; las terceras eran ya fundamentalmente un número y las cuartas ostensiblemente un engorro. A partir de ahí, y hasta el número de millones de automóviles que hoy pueblan y avasallan la tierra, se extiende el cómputo imprevisible de nuestra demencia. A nada, ni siquiera a hacer mala sangre desempolvando o inventando rencillas nacionales, le dedicamos tanto tiempo en la actualidad, y nada, ni siquiera las fauces desoladoras de los incendios forestales, calcina tanto espacio. Lo que presuntamente está ahí para ahorrarnos tiempo y ponernos al alcance el espacio, acaba a la postre por absorber un tiempo todavía mayor y aniquilar el espacio en nuestras ciudades y campos. Inesperadamente, asombrosa y literalmente, hemos acabado confundiendo de veras la velocidad con el tocino. […]