Por Juan Manuel Grijalvo|2021-09-19T12:47:12+02:00junio 27th, 2015|
Enero de 2006
Acabo de regresar a mi trabajo en Moscú después de unas vacaciones en Ibiza. Como al final del pasado verano, de la isla me he llevado las imágenes de las amenazadoras moles de hormigón que se convertirán en autopistas como senderos para elefantes sobre el cuerpo de una pulga. Los puntos de referencia de mi isla natal se esfuman y no porque Ibiza cambie con el tiempo, lo que resulta lógico, sino porque está ocurriendo un fenómeno cualitativo de otra envergadura mucho mayor que altera sustancialmente la isla y la destruye en tanto que referente de un mundo proporcionado y armónico de una cultura que hemos llamado mediterránea. Estamos, nada más y nada menos, que ante un caso de terrorismo ecológico. Y cuando de vida o muerte se trata, no caben posiciones partidistas, interesadas, mezquinas, sino que hay que actuar como ciudadanos responsables y negar cualquier complicidad a los asesinos. […]