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Decano del Colegio Oficial
de Arquitectos de Cantabria
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Mayo de 2022
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Me piden propios y amigos
que el Colegio de Arquitectos
se pronuncie.
Nos piden que nos pronunciemos sobre tantas cosas y tan seguido que realmente no damos abasto a tanta opinión. Y vemos sin embargo que muchos de los temas en los que nos piden opinión están relacionados. No vemos que pueda hablarse del espacio ferroviario en Santander sin hablar de una completa planificación ferroviaria de Cantabria, de larga distancia y de cercanías, y del llano de la Pasiega. De un sistema de futuro para el transporte de personas y bienes y para el desarrollo urbano de la región y de su capital.
El pronunciamiento de tantos temas parciales nos recuerda la urgencia y conveniencia del PROT pues sólo desde un modelo del territorio pueden evaluarse, en su justa medida, tantas de estas infraestructuras, en las que la mirada corta confunde más que ayuda.
Cuesta hacerse una opinión fundada, y más colegiada, sobre temas complejos, con demasiadas facetas e intereses contrapuestos, no siempre explícitos. Por eso firmo esta tribuna a título particular para no atribuirme la portavocía y asumir mis palabras sin comprometer a los compañeros a los que represento pero que sin duda disentirán.
La más urgida, nuestra opinión sobre la “LOSA” de la que menciona el diccionario, entre otras y casi todas penosas acepciones: “cosa que resulta una carga muy penosa y difícil de sobrellevar”.
Se discute, de nuevo, la anunciada LOSA que ha de cubrir las vías en un proyecto que se viene tramitando con intermitente visibilidad pública y social.
Este espacio ferroviario se ha convertido en estos momentos tan bélicos en un auténtico campo de batalla entre administraciones, con arengas al enfrentamiento de distintas banderas políticas, que suelen prevalecer sobre el interés público .
Y diría que lo crudo de la discusión tiene que ver con que empiezan a vérsele las orejas al calendario electoral. La que entiendo fue educada convivencia en la coalición de gobierno municipal, empieza a expresarse como clara divergencia dejando atrás una larga negociación sobre esta playa, ahora más de desembarco que de vías. Y de todo, lo que peor me parece es precisamente esto: que lo que sólo puede ser convenido y asumido por todos se convierta en objeto arrojadizo.
Creo, como arquitecto y urbanista, que adolecemos de una inflamación de ingenieros dedicados a la planificación del espacio urbano. Quizá sea corporativismo, pero estoy plenamente convencido: el urbanismo practicado por ingenieros suele centrarse más en la planificación de las infraestructuras que en el espacio urbano, más en el viario que lo resuelve que en la necesidad o conveniencia del tráfico, más en la métrica que en la estética.
No es de extrañar: al que lleva un martillo todo le parecen clavos y para los ingenieros, tanto en el Ayuntamiento como en ADIF, en Fomento, en el Puerto, en el Gobierno Regional y en el Parlamento lo que “les pone” son las infraestructuras. Es inevitable contando con la que fuera más prestigiosa Escuela de Caminos de España y porque los ingenieros, tantos amigos, se han incorporado a la labor política con encomiable entusiasmo.
Pero vuelvo a mi argumento: de la herramienta o la capacidad no siempre resulta lo necesario ni lo conveniente. La mayor inversión no siempre es la mejor, la obra más grande no siempre es la más adecuada.
La Arquitectura está acostumbrada, desde siempre a resolver la necesidad, y la Ingeniería, en sus mejores muestras también se ciñe a los medios más concisos para resolver problemas. Puedo citar al que, reconocerán bastantes, uno de los mejores ingenieros españoles de todos los tiempos, Eduardo Torroja, publicó en 1957 “Razón y Ser de los Tipos Estructurales”, referencia para ingenieros y arquitectos:
“En todo problema… se tiene una finalidad con unas condiciones esenciales, y otras accesorias, que cumplir; y se tienen unos medios para realizarlo.
La finalidad varía enormemente de un caso a otro, pero siempre existe. Construir por construir resulta demasiado costoso para servir de juego a los hombres maduros de ésta y de todas las épocas. No siempre alcanza ese algo: pero construye para algo.”
En el espacio ferroviario se debe resolver la convivencia entre el servicio de movilidad a la ciudadanía y el espacio en el que vive, convive, comercia y trabaja y tendrá mucho que ver su acertado desarrollo con el éxito económico de la ciudad.
Asumido que se reducirá el número de vías: de las existentes quedarán renovadas las más próximas al desnivel del terreno, desde el que se extienden los rellenos de la ciudad ganando así un espacio que nos permitirá mejorar las condiciones y replantearse el tránsito rodado que actualmente afecta en gran medida a los vecinos de Castilla-Hermida, hay un aspecto que me llama mucho la atención en las infografías publicadas: el aparcamiento de la estación permanece en su misma ubicación.
¿No será momento de evitar este aparcamiento si se dispone uno disuasorio en la Marga? ¿No habrá que plantear todo el movimiento urbano en un modelo de ciudad más integral? Al ganar esta superficie ¿no es ocasión para la implantación de un eje de nueva movilidad pública, silenciosa, un gran proyecto urbano, un espacio de ilusión y de oportunidad?
Y ¿hay que cubrir completamente las vías? ¿Hace falta que esa cubierta sea transitable en toda su extensión ? ¿Hay que conectar todo el nivel, geológico de la calle Alta con este otro nivel de la ciudad rellenada al mar? Una cosa es la conexión y otra la cubrición indiferenciada e informe. Es una inversión enorme, un desprecio a la topografía y la configuración natural del espacio sobre el que se asienta la ciudad y un condicionante, de partida, tan costoso para la operación que no parece de sobra preguntarse por su conveniencia y oportunidad.
Los políticos suelen vender como grandes éxitos las mayores inversiones, pero debiéramos reclamar las más necesarias y adecuadas, desde un punto de vista cualitativo y no cuantitativo. No siempre lo más costoso es lo más valioso. Se debaten estas cosas como si siempre pagara otro y como si el dinero no salieses de nuestros bolsillos.
Discutimos que “si losa si, que si losa no”, cuando el debate es qué ciudad, y qué región y qué territorio. La vía es para el tren, el tren es para la ciudadanía, y para nuestra ciudad y para el futuro de nuestra tierra. Por favor, debatamos y no batallemos. Los campos de batalla acaban cubiertos de losas.
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