Pero… circulas por el lado contrario del camino
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Ultima Hora, 1 de agosto de 2004
Dedicado a Vicent Guasch, «Musson»
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Lo normal y natural
es circular por la izquierda.
La razón es muy simple.
Si usted es un caballero,
va por el mundo a caballo,
como su propio nombre indica.
Lleva la espada a la izquierda del cinturón,
y el palafrenero le pone la cabalgadura
en ese lado del camino para que monte.
Como también desmonta de la silla por la izquierda,
lo más lógico es circular todo el tiempo por ese mismo lado.
Esto es lo que hay.
Ya sabe usted que en muchos sitios se circula por la izquierda. No es sólo cosa del Reino Unido. También ocurre en la India, Indonesia, Pakistán, Bangla Desh, Japón, Tailandia, Sudáfrica, Tanzania, Kenya, Nepal, Uganda, Malaysia, Sri Lanka, Australia, Mozambique o Zimbabwe, por mencionar sólo países con más de diez millones de habitantes. En la Unión Europea podemos citar Irlanda, Chipre y Malta. Curiosamente, en Gibraltar se circula por la derecha desde 1929. No sé qué pasaba en Menorca mientras perteneció a la Corona inglesa. En números redondos, un tercio de la población del mundo circula por la izquierda. Hablando en teoría, por supuesto. Para conducir, ha de tener usted carnet y coche. Y la India, sin ir más lejos, tiene un grado de motorización menor que los Estados Unidos. Por eso, las cifras reales deben ser otras. O muy otras.
Estas diferencias tienen sus efectos a la hora de viajar. Por ejemplo, yo estuve en Gran Bretaña en 1988. No pensé ni por un instante en alquilar un coche. Las dificultades propias del desconocimiento del lugar, las derivadas del sentido de circulación, el hecho de que nunca me ha gustado conducir, la muerte de mi hermana en 1985, etcétera, eran razones suficientes para desechar la idea… si se me hubiera ocurrido, que ya le he dicho que no.
Por otra parte, sería del género tonto hacer semejante cosa en el país donde se inventaron buena parte de los medios de transporte público de que disponemos hoy. La historia del transporte nos enseña que la primera locomotora de vapor la construyó Richard Trevithick en 1803. El primer tranvía de tracción a sangre fue el de Swansea, inaugurado en 1807. El primer ferrocarril, en el sentido actual del término, fue el de Stockton a Darlington, inaugurado en 1825. El primer metropolitano fue el de Londres, en 1863. Las innovaciones que aparecían en otros lugares eran introducidas y aclimatadas muy rápidamente. Se podía ir en transporte público a casi todas partes. Aún hoy, después de haber padecido durante mucho tiempo los hachazos de innumerables verdugos, la red ferroviaria es una de las mejores del mundo. Ahora «the country is going to the dogs», como siempre, y las estúpidas recetas al uso lo llenan de autopistas que van a parar a otras autopistas.
Así y todo, los ciudadanos del Reino Unido conservan una mentalidad mucho más proclive al disfrute del transporte público que nosotros. Sigue siendo la mejor opción, con diferencia, para moverse por las grandes ciudades. En 1988 usé sólo «the London Underground» y ferrocarriles de cercanías para moverme por allí. Uno de mis trabajos pendientes es redactar una crónica de aquel viaje. Y uno de mis anhelos más sentidos, volver a Gran Bretaña. Tengo apuntados en el Psion 5 ciento treinta lugares que me apetece ver. Cuando escriba esa memoria, serán el doble. Y cuando repase las cosas que me han ido ocurriendo en la vida desde entonces, el triple. Como mínimo.
Bueno, volvamos a la dura realidad… Aquí y ahora, se supone que el mercado turístico británico es importante para Eivissa. El sentido común nos dice que no es deseable que nuestros visitantes ingleses, «cockneys», «geordies», escoceses, galeses, irlandeses, etcétera, conduzcan automóviles por aquí. Más de una vez, y más de dos, los he visto circulando por la izquierda en la autopista de ses Figueretes. La cosa resulta comprensible si se observa que la mitad, poco más o menos, de los automóviles que aparcan a cada lado de la vía están al revés. Bueno… El escaso desarrollo del transporte público en la isla les obliga a conducir. El estúpido modelo de movilidad al uso rechaza ese famoso turismo familiar que tanto se mima sobre el papel. El coche de alquiler obligatorio nos convierte en un destino que no gusta a todo el mundo. Y, por supuesto, encarece el precio total del producto. Eso lo hace menos competitivo en el mercado británico, y en todos los demás.
Por eso no se entiende que los mismos que fomentan este modelo carísimo aplaudan la rebaja de precios -y de calidad- que ofrecen las compañías aéreas de «bajo coste». Estas empresas descreman el negocio de las de «bandera», a las que luego se exige que den servicios frecuentes todo el año, haya clientes o no, a precios subvencionados, para que los residentes podamos ir a tomarnos unas copas a Moscú cuando nos apetezca.
Otro día, si usted quiere, podemos buscar una respuesta para una pregunta importante: lo que es bueno para los turistas, ¿es bueno para los residentes?
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Brian Lucas – Which side of the road do they drive on?
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