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Casi aislada y perdida
en la inmensidad del paisaje pirenaico,
pegada a la inmensa mole
que separa España de Francia,
la estación de Canfranc
parece un palacio de cuento,
mucho más aún
cuando la nieve disfraza de blanco
la cubierta de pizarra de la terminal.
Aunque proyectada a finales del siglo XIX,
la obra sólo puede iniciarse en los años veinte,
tras el acuerdo de los dos países
y las respectivas compañías de trenes,
según los planos del ingeniero alicantino
Ramírez de Dampierre.
Pero a su muerte,
el proyecto queda en manos
de Obras y Construcciones Hormaeche,
una constructora bilbaína,
propiedad de Domingo Hormaeche,
que en aquellos primeros años de siglo
ya es un claro referente en la construcción
de infraestructuras ferroviarias.
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2020/07/04/
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