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Profesor de Secundaria y Periodista
21 de Junio de 2020
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Si un médico nos dice que debemos darle un jarabe a nuestro hijo cada ocho horas, seguramente nos pongamos el despertador si hace falta. Pero si el profesor de nuestro hijo nos dice que debe leer un rato cada día, puede que no le hagamos mucho caso, son manías de profesores, que son unos histéricos.
Si un médico nos dice que dejemos de fumar pero no lo hacemos, y luego empeoramos, asumimos que es nuestra culpa por no tener fuerza de voluntad. Pero si un profesor nos dice que vigilemos que nuestro hijo lleve la agenda al día y haga los deberes, y luego no lo hace y suspende, tal vez nos planteemos ir a protestar, porque les ponen mucho trabajo y no somos sus policías.
Si un médico nos da una receta que no entendemos, haremos lo imposible (llamar, consultar al farmacéutico, volver) para saber qué hay que hacer. Pero si el profesor de nuestro hijo le da indicaciones en clase, en vídeo, por escrito, por videoconferencia o por señas, y él dice que no las entiende, posiblemente tendamos a pensar que son muy enrevesadas o complicadas para su edad, antes de sentarnos con él a ver qué pasa.
Cuando un médico reivindica más minutos para atender a sus pacientes, nos parece lo más básico y elemental. Pero cuando el profesorado reivindica menos alumnos por aula para atenderles mejor, podemos pensar que ya tienen muchas vacaciones, total, nosotros éramos 40 en clase y no pasaba nada.
Si nuestra enfermedad empeora a pesar de los esfuerzos de los sanitarios, pocas veces les echamos la culpa, salvo que sospechemos de alguna imprudencia. En cambio, leemos y oímos constantemente que el fracaso escolar es culpa del sistema educativo y, en particular, de los profesores, que no saben motivar.
La salud es un bien preciado, y nuestra sociedad tiende a respetar a los profesionales que velan por ella. Es lógico.
Pero por algún extraño motivo, una parte de la sociedad ha asumido que el conocimiento y el esfuerzo son paparruchas, y que lo que no sea un 5 regalado es un fracaso del sistema.
En esta crisis, hemos aplaudido a los sanitarios porque se dejan la piel. En cambio, a los profesores les hemos dicho, con órdenes ministeriales y tropecientas instrucciones de las consejerías, que deben justificar cada minuto de su trabajo y que ni se les ocurra suspender a nadie, que menudos psicópatas y/o gandules están hechos.
Cuando los médicos del futuro hayan llegado a la carrera con un 5 regalado, o no lleguen ni la mitad de los necesarios porque, ¡uf!, hay que esforzarse, ya será tarde para pensar en qué se hizo mal.
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