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Se dice que, tras establecerse en 1902 relaciones diplomáticas con Cuba,
un español preguntó a un norteamericano cómo habían conseguido
erradicar la fiebre amarilla en apenas cuatro años y la respuesta fue:
«muy fácil, cogimos su reglamento y lo aplicamos a rajatabla».
Es una leyenda apócrifa,
pero retrata perfectamente nuestro afán reglamentador…
y nuestra tendencia a pasarnos los reglamentos por el arco de triunfo.
Otra cualidad que nos orna y enorgullece es el tenerlos bien puestos:
llámese valor o inconsciencia, es un asunto
en el que cualquier español preferirá pasarse antes de quedar corto;
el resultado es un país sorprendente y hasta divertido, pero peligroso.
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