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A pesar de la existencia desde 1845 del Teatro Cairasco, ubicado en el solar del actual Gabinete Literario, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria tenía a mediados del siglo XIX la necesidad inminente de la construcción de un Nuevo Teatro. Defectos constructivos en el Teatro existente así como el aumento de la población y de la afición fueron, junto al deseo de la clase dirigente, los motivos principales para tal planteamiento. La ciudad de Las Palmas solicitaba un edificio teatral de mayores aspiraciones y acorde a las exigencias de la sociedad de la época.
Con este fin se constituyó en 1866 una sociedad particular de accionistas que se planteó como problemas fundamentales la cuestión económica, el lugar de la construcción del edificio y la elección del arquitecto encargado del proyecto. La primera se solventó con la aportación de personas y entidades de gran poder económico, así como con la colaboración desinteresada del resto de la sociedad, tanto de gente pudiente como de ciudadanos humildes.
El planteamiento de la elección del solar donde ubicar el Nuevo Teatro fue más problemático, dado que ninguno reunía los requisitos necesarios. Finalmente se propuso el solar de Boca-Barranco o de la Pescadería, que presentaba las tres condiciones principales: era céntrico, con unas dimensiones y forma adecuadas, y ubicado en una zona de fácil acceso y visibilidad. Sin embargo, su proximidad al mar, a la boca del barranco y a la pescadería, causó el desacuerdo entre los ciudadanos. Hecho que provocó incluso jocosas críticas, que quedarían plasmadas en los dibujos y versos de Benito Pérez Galdós:
¿Quién fue el patriota estúpido
quién fue el patriota vándalo
que imaginó las bóvedas
de este Teatro Acuático…
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