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Puede considerarse la estación de Arrona como la entrada del pintoresco valle del Urola. La comarca azpeitiana fué un tiempo arcaica y patriarcal, hasta que el tren llegó a su corazón para hacerla latir a compás de la vida moderna. En Zumárraga la línea del Urola se enlaza allí con la del Norte, y alcanza la desembocadura del río en Zumaya, donde también tiene enlace con el tren de la costa, que une Bilbao con San Sebastián.
Hacia la parte media del río Urola están Azcoitia y Azpeitia, guardados por el monte Izarraitz, en vasco el monte de la Estrella. Azcoitia es un pueblo bonito, con un hermoso Ayuntamiento. Antes la calle central se hallaba ocupada por filas de alpargateros que trabajaban en plena calle, al aire libre. Tiene la villa una parroquia del siglo XVI, y la iglesia de Santa Cruz, donde se reúne la Diputación de la provincia. Conserva una tradición aristocrática, y fué donde primeramente celebraron sus reuniones los enciclopedistas vascos, aquellos célebres «Caballeritos de Azcoitia», buenos compañeros todos de su paisano el conde de Peñaflorida, natural de Azcoitia, lo mismo que de aquel Ignacio Manuel de Altuna, amigo de Juan Jacobo Rousseau y de quien el filósofo ginebrino habló y lo citó con elogio.
Con estos hidalgos guipuzcoanos se formó la Sociedad de Amigos del País, que tenía la mayoría de sus afiliados en Azpeitia, Azcoitia y Vergara. Luego, cuando se vió que la Sociedad tendía a un liberalismo radical, la mayoría de los socios se apartaron de ella.
Azpeitia es un pueblo bastante grande, con campos fértiles que forman amplia llanada, cuyo fondo cierra la arquitectura con que se ha envuelto, para guardarla de miradas profanas, la vieja torre señorial donde nació Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús. Hay allí una multitud de edificios, entre la iglesia, el seminario y la hospedería, pero el conjunto exterior es exagerado y barroco, del gusto aparatoso de la época.
La figura de San Ignacio reina en Azpeitia. En la marcha dedicada a este santo se dice, entre otras cosas:
Ignacio or dago
beti ernai dago;
armetan jarria,
dauca Compañía,
chispas armaturic
bandera zabalic
gau ta egun
gustioc paquea dezagun
(«Ahí está Ignacio, siempre despierto; tiene puesta en pie la Compañía armada de chispas y con la bandera desplegada noche y día… para que nosotros todos tengamos paz».)
Es curioso cómo el sentimiento del pueblo ha notado el aire militar y práctico de la Compañía de Jesús.
Esta otra es una canción popular de la primera guerra civil :
Azpeitico nescachac
arrazoyarequin
eztute nai danzatu
chapelgorriyaquin.
¡Ay, ay mutilla
chapela gorriya!
(«Las chicas de Azpeitia con razón no quieren bailar con los que llevan la boina roja. ¡Ay, ay, muchacho, la boina roja!»)
Los que llevaban la boina roja eran los liberales.
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