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Ultima Hora, 14 de junio de 2003

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El 16 de abril de 2003 se firmó en Atenas la ampliación de la Unión Europea a veinticinco Estados. Las «cumbres» se van a volver multitudinarias y causarán un sinfín de quebraderos de cabeza a los responsables de su protección. Sin ir más lejos, el dispositivo para el G-8 ampliado de Evian en junio de 2003 movilizó unos dieciséis mil policías. Y así todo el tiempo, porque cada vez habrá más.

Hacerlas en ciudades grandes facilita el alojamiento de los séquitos, pero las ventajas son inseparables de los inconvenientes. Los cortes de tráfico de la «cumbre» de Barcelona causaron un verdadero caos. Y la de Génova, en la que hubimos de lamentar un muerto, redujo a la mínima expresión la lista de lugares adecuados.

Una posible solución sería montar una cadena de «hoteles de seguridad», aptos para acoger eventos cuya asistencia de lo que antes se llamaba «testas coronadas» los haga apetecibles como objetivo mediático para los «movimientos antiglobalización». O para otras gentes de peor índole. En ese contexto, un hotel de veinticinco habitaciones, que se puede ampliar, igual que la Unión Europea, dentro del Castillo de Dalt Vila, puede llamar la atención de los antedichos responsables de seguridad. El recinto sólo tiene dos puertas. Está en una acrópolis amurallada que tiene sólo cuatro accesos. A su vez, está en una ciudad costera con pocas comunicaciones terrestres, en una isla más bien pequeña. Pese a ello, dispone de un aeropuerto en el que pueden aterrizar aviones de todos los tipos, incluso los mayores. Y de un puerto para cruceros, lo que permitiría alojar a muchas personas en barcos si fuera necesario… que no lo creo, porque es obvio que estas reuniones no se harían en temporada alta.

A bote pronto, se me ocurre que el transporte de los sujetos a proteger se puede hacer con limusinas blindadas. Tal vez fuera más fácil hacer un helipuerto en Es Soto y llegar al hotel con un simple ascensor. La cosa es ofrecer varias opciones. El equipo de seguridad del cliente escogerá la que juzgue más adecuada.

Sería preciso montar un control permanente de acceso al recinto, y una vigilancia discreta y constante de las personas que llegan a Eivissa. La mayor presencia y actividad policial que implicaría este hotel puede ser positiva para la seguridad de Dalt Vila, de la ciudad y de toda la isla.

Estas «cumbres» transmiten una imagen de destino turístico de calidad. Pero eso no es gratis. Hay una condición técnica previa para la imprescindible dignificación del entorno del hotel. Es preciso satisfacer la demanda de movilidad de todos y cada uno de los habitantes del barrio. Vivir en Dalt Vila ha de ser tan fácil como en cualquier otra parte, o más. Eso pasa por cambiar el modelo de movilidad en toda la isla. Otro día, si usted quiere, seguiremos hablando de cómo mejorar la accesibilidad del casco antiguo. Me encuentra en:

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