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Última Hora, 23 de mayo de 2007

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Vaya, ahora que por fin

«tenemos las carreteras

que nos merecemos»,

resulta que era verdad:

no son autopistas.

He encontrado en Internet

una «definición habitual» del término.

Procede del libro «Ingeniería de tráfico»,

de Antonio Valdés González-Roldán,

Ingeniero de Caminos

y Ministro de Obras Públicas de 1974 a 1976.

Aquí está:

«Vía de calzadas separadas, sin cruces a nivel, con control total de accesos, utilizable sólo por vehículos motorizados y proyectada con características geométricas correspondientes a velocidades elevadas».

La cita está en «Nuevas tecnologías en la gestión de autopistas. El peaje y los sistemas inteligentes de transporte», de Francesc Robusté Antón, Carles Vergara Alert, Leif Thorson Bofarull y Miquel Estrada Romeu.

Ya sabe usted que «las tres bes» de una compra ventajosa son «bueno, bonito y barato». Se supone que las autopistas son mejores que otras carreteras porque se dice que son más seguras. Hoy pasaremos sin comentario sobre sus dudosos valores estéticos. En cuanto a su precio, ni siquiera sus partidarios más obtusos discuten que son carísimas. Si lo que justifica esa factura prohibitiva es la mejora de la seguridad, vayamos a dar una vuelta en automóvil por los mundos de Quique y Flupi, a ver qué hay de cierto en eso.

Salimos del aeropuerto por la PM-801, que empieza siendo la misma carreterita de dos carriles del siglo pasado, bordeada por los mismos almacenes, en los que entran y salen tantos camiones como siempre. Entramos en el «desdoblamiento», que tiene «características geométricas correspondientes a velocidades elevadas» y un «control de acceso» claramente insuficiente. Lo demuestra el hecho de que hayamos tenido que esquivar a un ciudadano que cruzaba la calzada a pie (estoy hablando de un peatón real, esto me pasó el 10 de mayo de 2007).

Seguimos entre dos paredones de cemento y pasamos por un tramo cubierto que nos lleva a la E-20 casi sin darnos cuenta. Llegamos a la intersección con la C-731, subimos por un único carril con demasiada pendiente para ser seguro, y entramos en la rotonda elevada de Blancadona. Allí nos encontramos a la Guardia Civil, regulando el tráfico. Un camión ha chocado ahí arriba con otro vehículo (esto también es un caso real; me ocurrió el 6 de abril).

Seguimos por algo que podría ser una autovía de cuatro carriles, sólo que está atravesado por… agárrese, por pasos de cebra, y bordeado con vallas de guillotinar motoristas. Vamos a sesenta por hora, vigilando el velocímetro para que no nos «pille» el radar. Salimos de Ca’n Negre y nos encontramos en medio de una zona industrial y comercial con diversos viales de acceso. Las intersecciones están resueltas a base de rotondas a nivel. Cualquier parecido con una autovía, y no digamos con una autopista, es pura coincidencia.

Y llegamos a eso que llaman «el túnel más seguro de España». Será porque la velocidad está limitada a sesenta, porque hay una señal que «obliga» a mantener una distancia de seguridad de setenta metros, y porque está prohibida la circulación de vehículos con mercancías peligrosas. Yo no pienso pasar por ese túnel hasta que me demuestren que es seguro a las velocidades y distancias a las que circula el personal en la realidad real del mundo mundial. Por lo tanto, es bastante probable que no lo estrene nunca.

A la salida del túnel encontramos varias reliquias del proyecto original. Las ejecutaron al principio de la obra, antes de que las sucesivas enmiendas de los planos dieran al traste con las ideas de la constructora. Hay un cambio de sentido elevado y otro subterráneo. Y las características geométricas de la variante de Ca’n Tomàs, un corto tramo apto para carreras de Fórmula I… entre dos rotondas, demuestran que estamos viendo el aborto de una autovía.

Un aborto, según el DRAE, es:
1. m. Acción de abortar.
2. m. Interrupción del embarazo por causas naturales o deliberadamente provocadas. Puede constituir eventualmente un delito.
3. m. Ser o cosa abortada.
4. m. Engendro, monstruo.

Por otra parte, «Fomento de Construcciones y Contratas, S.A.» tiene hoy en su site una página que dice exactamente lo que sigue:

«Concesión de una autovía en Ibiza

06-09-2005

El Gobierno de las Islas Baleares ha adjudicado a FCC la construcción y explotación durante 25 años de la autovía que unirá Ibiza y San Antonio. Será financiada mediante el sistema de peaje en sombra.

Se trata de desdoblar la actual carretera, de 15 km de longitud, para convertirla en una autovía. La inversión asciende a más de 98 millones de euros.

Como singularidad cabe señalar el soterramiento de la autovía en la zona de San Rafael, con una longitud de 1,3 km».

Bueno… podríamos seguir nuestro camino desde Es Puig hasta Sant Antoni, pero a la vista está que la seguridad de la vía va de mal en peor a cada metro que avanzamos. Y qué decir del resto de la E-20, de la «lanzadera» de Jesús, y de las «soluciones» para el tráfico pesado con origen y/o destino en el puerto de Vila.

Recapitulando, la definición de «autopista» es:

– Vía de calzadas separadas

El proyecto original era una autovía, pero…

– sin cruces a nivel

… alguien lo desbarató a fuerza de rotondas y pasos de peatones…

– con control total de accesos

… puso vallas frente a una discoteca…

– utilizable sólo por vehículos motorizados

… se «olvidó» de los ciclistas y de los peatones que – teóricamente – pueden circular por estas «carreteras desdobladas»…

– proyectada

… La autovía proyectada, pero no realizada…

– con características geométricas

… tenía los anchos de calzada, pendientes y radios de curva correspondientes…

– correspondientes a velocidades elevadas

… pero las rotondas, los pasos de cebra y los atascos limitan la velocidad, que tiende rápidamente a cero.

Si tenemos que valorar la obra de gobierno del PP, será por la seguridad de toda la red de carreteras, y no sólo por unos pocos «desdoblamientos». Los tres proyectos que nos ocupan hoy parten de conceptos erróneos, han sido ejecutados de prisa y corriendo, y modificados sobre la marcha en varias ocasiones. No aventuraré un pronóstico sobre sus efectos sobre las cifras de siniestralidad. Me limitaré a repetir de nuevo que aquí y ahora nos hacen falta menos «facilidades» para los automóviles privados y más transporte público. Espero que nos veamos en la presentación de la PTP.

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