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Pullman es un apellido

indisolublemente unido al ferrocarril

desde hace más de un siglo.

Los coches que llevan el nombre

del avispado empresario norteamericano

aún suenan en los oídos de medio mundo,

aunque ya no vayan asociados al lujo y al placer.

Durante algo más de cien años, el confort en el tren,

en especial en los trayectos nocturnos,

llevaba la firma del industrial estadounidense.

Precisamente acaban de cumplirse hace unas semanas

145 años de la puesta en marcha

de los primeros coches cama de Pullman.

Al contrario de lo que muchos piensan, George Mortimer Pullman (1831-1897) no fue ningún genial inventor;

más bien aprovechó sus dotes de publicista y su fino olfato para los negocios para que su empresa acabara coronada por el éxito.

Y éste le llegó poco después de que trasladara el cadáver del presidente Abraham Lincoln, asesinado en abril de 1865,

en un vehículo especialmente diseñado para la ocasión, en una variante del coche cama que había puesto en circulación un año antes.

A partir de aquel viaje mortuorio, la industria ferroviaria se rindió a sus pies.

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2009/12/31/

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