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Pensando ayer en el cuadro de Brueghel, «Paisaje con la caída de Ícaro»,
caí a mi vez en la cuenta de que el mito, aquí tan indiferentemente tratado,
había tenido una curiosa prolongación que afectaba a Cataluña.
Y no crea el lector que la omnipresencia de la cuestión catalana ciegue a Palinuro.
Es que es así.
En 1840, Étienne Cabet,
revolucionario francés,
publicaba el «Viaje a Icaria»,
una utopía al estilo de Moro
que relataba la vida de una sociedad comunista ideal
en una isla, hasta entonces desconocida, llamada Icaria.
Icaria, Ikaria, es el nombre de una isla griega real en el Egeo,
cercana a Samos, en la que según la tradición, cayó Ícaro.
El paisaje del cuadro de Brueghel no parece evocar la isla.
En todo caso, tampoco parece que Cabet la tuviera en cuenta,
porque su viajero, Lord Carisdall, cuyo diario reproduce,
da precisiones geográficas parecidas a las de «El Señor de los Anillos».
Un viaje de cuatro meses lo lleva desde Londres al puerto de Camiris,
en el país de los Marvols, separado de Icaria por un brazo de mar.
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2017/11/
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