Caricatura de Manel Fontdevila

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Fuera ataduras, quememos en la plaza pública los sostenes de las ideologías.

Labor que lleva desde hace años, muchos, haciendo el BNG

y por la cual me había convencido de nunca, jamás, volver a votarles.

El BNG es el penúltimo capítulo de la eterna trampa de la izquierda:

un partido recaba un significativo apoyo del electorado obrero y,

una vez que se ve subido a la escalera, ve más cerca llegar al poder.

Pero para tocarlo, tiene que hacer equilibrios para alcanzar el centro,

lo cual le obliga a alargar medio cuerpo fuera de la escalera, a la derecha.

La conclusión de esta maniobra es invariablemente la misma:

en cuanto su centro de gravedad sale

de la proyección en planta de su base de apoyo,

el partido en cuestión se paga un hostión desde una altura respetable.

Esta ley de la escalera es de aplicación universal,

al menos entre los partidos de izquierda.

Organizaciones de derecha, como la Iglesia Católica,

no sufren esa maldición

debido seguramente a que tienen el centro de gravedad muy bajo,

al nivel de las emociones, y pueden funcionar como un tentetieso,

como en la genial caricatura de Fontdevila.

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