Dedicado a Ahmed Z.

Ultima Hora, 7 de diciembre de 2000

Tal vez en el próximo milenio, que empezará, salvo imprevistos, el mes que viene, alguien descubra una fuente de energía mejor que los derivados del petróleo para mover vehículos. El listón está muy alto… Son fáciles de transportar y almacenar. Contienen mucha energía química en poco volumen y peso. Para quemarlos basta añadir aire. Etcétera. Los resultados han sido tan buenos que todos nuestros medios de transporte dependen del suministro de combustible. Automóviles, barcos, aviones y trenes queman petróleo. Directa o indirectamente, porque gran parte de la energía para mover ferrocarriles, ascensores y otros medios eléctricos proviene de centrales térmicas. En Eivissa, toda.

El petróleo también sirve para propulsar vehículos espaciales. Tal vez en el siglo XXI veamos esas obras de macroingeniería que ahora nos parecen ciencia-ficción. Por ejemplo, las centrales eléctricas en órbita que captarán energía solar y la enviarán a la Tierra, resolviendo de paso lo del «efecto invernadero». El problema que le veo yo es que para llegar a eso aún hará falta quemar bastante petróleo… En este planeta hay mucho, pero no es un recurso inagotable. No deberíamos malgastarlo en cosas frívolas.

Y es que nuestro curioso sistema económico asigna las  mercancías  a quien pueda pagar su precio. Que es, en teoría, función de lo que cuesta producirlas. Por ejemplo, el precio de un automóvil es la suma del valor de las piezas, de la mano de obra, del transporte desde la fábrica hasta el concesionario, etcétera. Por esta regla de tres, el valor del petróleo habría de ser lo que cueste enterrar unos cuantos millones de toneladas de materia orgánica a unos cuantos kilómetros de profundidad y dejar que se pudra por ahí unos cuantos millones de años, hasta que se convierta en petróleo. Para ponerlo a disposición de las generaciones venideras, si las hubiere. Me pregunto qué dirán de este siglo los historiadores del futuro. Mejor no responder…

Actualmente calculamos el precio del petróleo partiendo del coste de extraerlo de un pozo, refinarlo, almacenarlo y distribuirlo al por menor. En el proceso hay que pagar cierta cantidad de dólares a los «países productores», es decir, a los gobiernos de los Estados que los azares de la Historia han puesto encima de los yacimientos. Está claro que estos señores no «producen» el crudo, porque no lo fabrican; sólo son sus legítimos propietarios. En algunas ocasiones han accedido al gobierno por métodos democráticos. En otras, por procedimientos, ejem, discutibles. Nosotros, los «aliados», intervenimos, más o menos pacíficamente, cuando nuestros servicios secretos dicen que está en peligro la continuidad de la extracción o la estabilidad de los precios. Todavía me asombra el desparpajo de las potencias «occidentales», tan civilizadas, progresistas y democráticas, cuando defendíamos un régimen tan civilizado, progresista y democrático como el de Kuwait, frente a otro tan civilizado, progresista y democrático como el de Irak, en nombre, cómo no, de la civilización, del progresismo y de la democracia.

Y es que el mercado del petróleo no es precisamente un modelo de transparencia. En la formación de los precios intervienen muchos intereses que no son puramente económicos. Aparte de los «países productores» antes citados, las refinerías, los distribuidores, o «nuestros» Estados, que obtienen buena parte de sus impuestos del comercio de carburantes. Todos meten la cuchara en la olla y quieren sacarla bien colmada.

Un modelo de movilidad basado en el automóvil requiere que mantengamos indefinidamente el flujo de petróleo desde los pozos hasta nuestra gasolinera favorita. No voy a entrar en las implicaciones de la cosa a nivel de moral práctica, pero ya ve usted que no son baladíes.

Un modelo de movilidad que dé prioridad a los transportes públicos de propulsión eléctrica nos hace menos dependientes de los derivados del petróleo, porque podemos obtener la energía para moverlos, por ejemplo, de fuentes renovables. Otro día, si le parece bien, podemos hablar de los problemas técnicos que hemos de resolver para cambiar de modelo. Usted dirá si es necesario o no. Porque eso es un  problema político…

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Luis Jar Torre – Naufragios de petroleros…

 M. Ziane-Khodja : ¡Qué mal huele el… petróleo!

¿Qué pasaría si de repente la Opep se cambia al euro?, de Paul Harris…

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