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Cierta vez Yojá y su hijo Yojaiko iban con su asno hacia el mercado; el padre iba montado en el asno y Yojaiko iba a pie, caminando a su lado.
Pasó por allí un buen hombre y se burló de ellos:
– ¡Qué vergüenza! – dijo -. El padre, que es fuerte y gordo, va sentado en el asno y el pobre muchacho, flaco y débil, tiene que caminar.
Yojá aceptó la queja, dijo a Yojaiko que montara en el asno y él siguió caminando a pie.
Pasó otro judío y también le hizo burla:
– El muchacho, joven y robusto, va sentado en el asno y el pobre viejo va a pie…
Yojá pensó que éste también podía tener razón, así que para evitar más burlas se sentó él tamnién sobre el asno, detrás de su hijo.
Otro transeúnte, al verlos, exclamó:
– Pobre bestia, no le tienen piedad. Van a matarla con esa carga.
Yojá ya no sabía qué más hacer; pensó entonces que la única variante que quedaba era que entre los dos cargaran al animal, de modo que Yojá lo tomó de sus patas delanteras y Yojaiko de las traseras.
Así entraron al mercado. Todos comenzaron, entonces, a burlarse de ellos diciendo a coro:
– Tres asnos van juntos y ninguno sube sobre el otro…
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