<<<

Ultima Hora,  29 de mayo de 2004

<<<

De un tiempo a esta parte hay por aquí ciertas controversias filológicas sobre lo que es y lo que no es una autovía o una autopista. En otros tiempos era costumbre zanjar tales diferencias de terminología recurriendo a la autoridad de la Real Academia. En las bibliotecas de todos los Ateneos Enciclopédicos había un ejemplar del diccionario normativo, y su arbitraje se aceptaba sin más. Hoy, si le parece bien, podemos ver lo que dice sobre el asunto la edición en Internet del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE) y sacar algunas conclusiones.

Una autopista es una «carretera con calzadas separadas para los dos sentidos de la circulación, cada una de ellas con dos o más carriles, sin cruces a nivel». Una autovía, en su primera acepción, es una «carretera con calzadas separadas para los dos sentidos de la circulación, cuyas entradas y salidas no se someten a las exigencias de seguridad de las autopistas». En la segunda, un autovía, de género masculino, es un «coche de ferrocarril propulsado por un motor de combustión interna».

Desdoblamiento es «1. Acción y efecto de desdoblar. 2. Fraccionamiento natural o artificial de un compuesto en sus componentes o elementos. 3. Explanación, explicación de un texto».

Ya puestos, veamos qué es una explanación: «1. Acción y efecto de explanar. 2. Acción y efecto de allanar un terreno. 3. Declaración y explicación de un texto, doctrina o sentencia que tiene el sentido oscuro u ofrece muchas cosas que observar».

Bueno, ya tenemos algo. Una carretera de cuatro carriles es una autovía si tiene intersecciones al mismo nivel y una autopista si no las tiene. Aquí y ahora, un desdoblamiento es la acción de convertir una carretera en una autovía o en una autopista. Desdoblaremos el término, en el sentido de explanarlo, porque tiene el sentido oscuro u ofrece muchas cosas que observar. Al parecer, estamos ante un fraccionamiento artificial de un compuesto en sus elementos, con lo que evitamos llamar a las cosas por su nombre. Si no se distingue la acción del resultado, un «desdoblamiento» parece ser cosa diferente de una «autovía» o una «autopista». Y quien no distingue, confunde. Esto es lo que hay.

De entre todo lo que se ha dicho sobre el tema, me ha parecido especialmente importante el anuncio de pago de las asociaciones de empresarios. Para mí, está claro que la solución a los problemas de la movilidad en y entre Eivissa y Formentera no vendrá de unas instituciones públicas manifiestamente inoperantes. La traerá una empresa privada de transportes.

El primer punto dice que «es evidente que, por su importancia para nuestro futuro, los proyectos de mejora de infraestructuras deben ser objeto de debate y análisis. Pero, para desgracia de los ciudadanos y empresas de Ibiza y Formentera, tales cuestiones están siendo tratadas con escaso rigor técnico, muy poca seriedad en el debate y menor claridad en la información transmitida a los ciudadanos».

Observe usted que estas afirmaciones universales se extienden sin distingos a toda «nuestra clase política» y a toda la «sociedad civil». Como voy a fundar una compañía de transportes, entiendo perfectamente el punto de vista de los empresarios. Manifiestan una irritación muy comprensible -que yo comparto- ante unas discusiones que resultan ser del todo estériles. Póngase usted en su lugar… Mientras no haya otra cosa, ellos tienen que seguir moviendo los clientes del aeropuerto al hotel y viceversa en autocares. Los turistas no pueden pasarse las vacaciones de embotellamiento en atasco. Sobre el papel, el Aerobus puede ser perfecto para Eivissa y Formentera. Pero aún no hay ninguna línea en explotación comercial. Por lo tanto, no corramos riesgos y hagamos, cuanto antes… más de lo mismo. Y es que ellos tienen que pagar los impuestos todos los años, las nóminas todos los meses y las facturas todos los días. Si no, sus acreedores les hacen liquidar la empresa y yattá. «Nuestra clase política y sociedad civil» aplican la «filosofía de trinchera». Ambos «ejércitos» están clavados sobre su parcela respectiva. Mientras tanto, el dinero de los contribuyentes se esfuma…

Las soluciones empiezan por el correcto planteamiento de los problemas. Las ventajas del modelo de movilidad al uso son inseparables de los inconvenientes. Ahora resulta que alguien tan poco sospechoso de connivencia con los colectivos «anti-autopista» como don Rodrigo Rato nos dice que la subida de los precios del petróleo puede dar al traste con las previsiones de crecimiento de la economía europea para una buena temporada. En este contexto, seguir apostando por un modelo que se basa en el consumo desaforado de combustibles fósiles es, como mínimo, imprudente.

La asignación racional de los recursos pasa por invertir los fondos públicos en transporte público. Aquí y ahora, todo el transporte resulta ser público en última instancia, porque todas las infraestructuras se pagan con impuestos. Las futuras autovías no serán de peaje. La opción entre carreteras y medios guiados es una decisión política.

Los planes de «mejora» distan mucho de ser perfectos. Resultan carísimos de hacer, de mantener y de usar. Los fondos públicos, una vez gastados, dejan de estar disponibles para hacer verdaderas mejoras en transporte, educación o sanidad. Una opción irreflexiva por el conjunto coches-combustibles-«desdoblamientos»-etcétera hipoteca los presupuestos públicos y privados para siempre.

Uno de los objetivos explícitos de las «mejoras» es aumentar la seguridad vial. Según el DRAE, seguridad es «1. Cualidad de seguro. 2. Certeza. 3. Fianza u obligación de indemnidad a favor de alguien, regularmente en materia de intereses». Y vial es «1. Perteneciente o relativo a la vía. 2. Calle formada por dos filas paralelas de árboles u otras plantas». El compuesto «seguridad vial» no aparece en el DRAE.

A mí no me pueden decir de que las autovías son seguras, porque mi hermana se mató en una de las primeras que hubo en este país. De modo que hoy, si le parece bien, acabaremos proponiendo el término que usaba hace unos treinta años un compañero mío, hombre de fe, catalán y eclesiástico, por más señas. Tenía que moverse con frecuencia entre Barcelona y Rubí, y le tocaba ir y venir por la «autostopsia». Ya ve usted que lo había entendido perfectamente…

Es peor el remedio que la enfermedad.

>>>