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Añadiré que el griego era alopécico,
y que utilizaba el pelo de uno de los lados
para taparse la parte superior del cráneo,
dejando al descubierto la coronilla.
Yo también seré alopécico un día,
pero cuando llegue el momento
estoy resuelto a ir rapado,
como un marine o un nazi.
Hay varias cosas que odio de forma irracional
y una de ellas es peinarme.
Llevar a cabo precarias obras de ingeniería capilar
como la que aquel tipo ostentaba
me parece de todo punto aberrante.
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