Ilustración de Pep Tur
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Ultima Hora, FDS, 28 de febrero de 2003
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Parece que en Eivissa no hubiera contaminación.
Vivimos en un lugar de aire envidiablemente puro.
Pero no es que no se produzcan gases tóxicos…
es que el viento los dispersa sobre el mar.
Sólo por eso no suelen alcanzar concentraciones elevadas.
El caso es que a veces uno va por la calle y parece que le cuesta respirar. Verá usted, cada vez hay más automóviles y las calles están más encajonadas entre las casas, porque cada vez hay más, y más altas. En verano hay menos viento y más tráfico, de forma que los conductores circulan por un túnel de aire contaminado. Y si trabaja usted en una tienda en alguna avenida céntrica, a veces le habrá costado trabajo respirar. Y es que está usted sumergido en una atmósfera con cantidades apreciables de humos tóxicos.
Si quiere saber lo que son los gases del escape del automóvil, haga usted una sencilla prueba. Enciérrese en un garaje con un coche y póngalo en marcha. Si no tiene garaje, enchufe una manguera en el tubo de escape, meta el otro extremo por una ventanilla del coche, ciérrelas todas y póngalo en marcha. En ambos casos es conveniente que haya alguien cerca para prestarle auxilio, porque es probable que el experimento le siente mal.
En Treblinka, las SS usaban unos curiosos autobuses sin ventanas para llevar presos de un lado a otro. El tubo de escape iba a la caja del vehículo, de modo que los ocupantes se atufasen. En los primeros ensayos no llegaban todos muertos. Los concienzudos mecánicos de las SS fueron haciendo ajustes finos en los carburadores, hasta conseguir la dosis precisa de monóxido de carbono… sin desperdiciar combustible.
Usted dirá que estoy exagerando, que aquí no pueden llegar las cosas tan lejos. Pues no estaría yo tan seguro. Usted no vive en un lugar abstracto llamado «Eivissa». Usted vive en un lugar concreto con un microclima determinado. O es un profesional del volante… Taxistas, transportistas y conductores de autobús están tragando humo todo el santo día. Probablemente será malo para su salud. Y los demás también nos llevamos nuestra ración.
Pues ya lo sabe. Eivissa no está en la Luna. Está en la Tierra. Todas y cada una de las moléculas de gases tóxicos que genera nuestro modelo de movilidad y nuestra central térmica se quedan en este planeta. No van a otro. Y si le parece que son poca cosa, métase en el garaje y ponga el coche en marcha un ratito.
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