<<<

Ultima Hora, 1 de abril de 2004

El Consell ha sido
víctima de un conjuro.

Por una sola palabra,
todo un equipo de gobierno
ha encogido la mano
que había soltado
con tanta generosidad
en lo que al proyecto de ampliación
de carretera de Sant Antoni se refiere.

La palabra es «autopista». Sencilla, directa y, sobre todo, terriblemente eficaz. Se ha reducido todo un anteproyecto a un simple concepto que, además, es clara e intencionadamente inexacto. Está demostrado que el uso de la semántica con fines sociales puede movilizar a todo un ejército, aunque esta vez ni se ha conseguido tanto ni ha sido tan necesario. La imagen de una enorme vía partiendo en dos la isla ha sido demasiado impactante en la ciudadanía, por más que fuera un montaje, para que el Consell tuviera alguna oportunidad de rebatir el mensaje. Nada puede evitar ya que nos venga a la cabeza cada vez que se hable del asunto. Este uso de las palabras no es, por cierto, una novedad; en los últimos años el uso de este tipo de recursos para conseguir lo inalcanzable ha ido en aumento, y cada vez con más éxito. Parece que cuanta más información tenemos más necesitamos simplificar, y ahí es donde está el hueco a utilizar. El Pacte usó «seguridad» para justificar un dique de Botafoc que tenía hace varios años la misma oposición ciudadana o más que la que ha tenido este proyecto, pero al equipo de gobierno del Consell no se le ha ocurrido ningún término con posibilidades de contraatacar con suficiente profundidad en la población, y menos aún con la cultura de no-enfrentamiento en la que estamos inmersos. Ha encontrado más adecuado echar marcha atrás, lo que supone un peligroso paso. Es verdad que en un mundo ideal el político tiene sensibilidad, pero también lo es que gobernar pendientes del ruido que provocan las decisiones puede convertir el poder en una obsesión por el silencio.

>>>