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En ocasiones se atribuye a las obras públicas
una longevidad que pocas veces alcanzan.
Por ejemplo,
los restos de muchas líneas ferroviarias de vía estrecha
prácticamente han desaparecido
tras un relativamente corto periodo de tiempo desde su cierre
(unos 40 años podría ser la media en España).
El deterioro de las instalaciones y la desaparición de restos físicos
se hace todavía más palpable cuando se trata de un ferrocarril cuyos raíles flotaban en el aire,
como fue el caso del cable Dúrcal-Motril, también conocido como ferrocarril aéreo.
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