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(( Ilustración de Pep Tur – pendiente ))
Última Hora, FDS, 17 de octubre de 2003
Ya sabe usted que una de las mayores obras del Imperio romano fue su red de carreteras. Las vías romanas llegaron a medir más de ochenta mil kilómetros. No eran muy anchas, porque el tráfico de la época no tenía esa intensidad febril de ahora. Por lo general, estaban muy bien planteadas y construidas. De hecho, muchas carreteras de hoy siguen los mismos trazados. En cuanto a la calidad de los materiales, aún subsisten muchas partes de las calzadas. Ello se debe a unos sistemas de drenaje del terreno que al parecer eran mejores que los del AVE de Madrid a Lleida. Aún mantenemos en servicio algunos puentes milenarios, que aguantan sin problemas el tráfico moderno. El buen hacer de los ingenieros romanos dio a sus obras una perdurabilidad que no tendrán las de sus colegas contemporáneos.
En Italia siguen llamando vías a las carreteras. En Barcelona, algunas calles principales llevan los nombres de las vías que pasaban por la ciudad: Augusta, Favencia, Julia, Laietana, etcétera. Cuando me vine a vivir a Eivissa, vi sin gran sorpresa que había una Vía Romana y otra Púnica. Quizá los nombres les vienen un poco grandes… pero la intención era buena. Se trata de recordar en la toponimia urbana a dos de los grandes pueblos que han pasado por esta isla. Paralelas a estas dos calles, encontramos las de Catalunya y Aragón y, naturalmente, la Avenida de España.
Ahora, el Ayuntamiento se ha puesto a reformarla. Tal vez eso sea positivo a medio y largo plazo. Pero ya sabe usted que las ventajas son inseparables de los inconvenientes. Hablando sólo de la movilidad, buena parte del tráfico que soporta la avenida pasará por la Via Romana mientras duren las obras. Como dicha calle no es la Vía Apia, sólo tiene un carril de circulación y ello producirá atascos. Como es posible que la reforma no esté totalmente acabada para el verano que viene, el tráfico se complicará. De forma que la verdadera vía romana va a ser la primera ronda, una carretera «rápida», dicen, que corta incomprensiblemente el ensanche en dos y carece de empalmes adecuados con el resto de la trama viaria. Al parecer, todo ello ocurre a causa de la curiosa división administrativa de la isla, que reparte las competencias sobre cualquier cosa y, por lo mismo, multiplica las incompetencias.
Otro día, si usted quiere, hablaremos del camino de Damasco, una ruta cuya importancia en todos los órdenes no se puede exagerar…
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