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Texto de la conferencia pronunciada el 14 de octubre del año 2000
en la 41st Annual Meeting of the Society for the History of Discoveries,
que tuvo lugar en la Library of Congress, Washington D.C.
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Diré en primer lugar que navegando en un buque sueco, en La Habana y en noviembre de 1962, me adentré en el fascinante mundo del descubridor de América al caer en mis manos «El Muy Magnífico Señor Don Cristóbal Colón» de Salvador de Madariaga. En el Caribe me preguntaba cómo podía navegar Colón sin cartas náuticas, sin partes meteorológicos y sin los modernos instrumentos de navegación de que disponemos hoy en día. Al dejar los barcos, en 1963, entré en el mundo del periodismo y al enigma de Cristóbal Colón lo he tratado igual que a un reportaje de investigación, un trabajo que se ha convertido en el más importante de mi vida.
He procurado conocer las diferentes teorías existentes sobre el descubridor, me ha preocupado su lugar de nacimiento, su identidad, sus conocimientos científicos, cartográficos y náuticos, su lengua materna, sus creencias religiosas y la posibilidad de que fuera de ascendencia judía.
Pues bien, después de tantos años, he llegado a la conclusión de que reúno dos elementos importantes en mi persona, que me ayudarán a encontrar la verdad: ser catalanoparlante y conocer los dialectos catalanes de Baleares y el catalán hablado en Valencia, y también haber sido hombre de mar. Ciertamente, son hechos que me han permitido comprender muchos pasajes de la vida de Colón, que la gran mayoría de investigadores no entienden y los pasan por alto.
Como resumen de mis largos años de investigación, puedo añadir que he llegado a la certeza de que Cristóbal Colón solamente se explica como catalanoparlante, criptojudío y natural de uno de los territorios que formaron la antigua confederación Catalano-Aragonesa, la antigua Corona de Aragón. Mis investigaciones señalan que era miembro de la poderosa familia Colom de Ibiza, que eran comerciantes, ocupaban cargos políticos importantes en la isla y eran una rama de los Colom de Cataluña. En concreto, de la familia que poseía propiedades en el Call judío de Barcelona.
Por añadidura, he llegado a la convicción de que Colón sabía y tenía la certeza documentada de que a unas 2.800 millas náuticas al oeste de las islas Canarias, al otro del Atlántico, había unas tierras que no eran Asia ni China ni Japón.
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