En estas páginas vemos a un hombre que, aunque se muestra respetuoso con la insignificante parcela de conocimiento aprovechable aportado por sus colegas, pugna por romper el caparazón muerto de una historiografía anecdótica, anclada en un interminable desciframiento de las intrigas palaciegas, para hallar nuevas perspectivas en la investigación de un fenómeno tan decisivo como la crisis del antiguo régimen en España: una etapa de veinticinco años (de 1808 a 1833) que suele aparecer descrita como un período de absurdo y gratuito fluctuar entre el liberalismo y el absolutismo.
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