Tras romper en mil pedazos el sesudo estudio que debería haber sido este artículo, he dejado el cerebro en la cocina (espero que a mi madre no se le ocurra hacer buñuelos, como la última vez) para teclear estas intrascendentes notas. Pues sucede que, estando haciendo yo un curso de inglés especial (especialmente por mi cuenta), me agencié la versión original de «El Hobbit», es decir, «The Hobbit», y de tantas diferencias que me saltaron a la vista respecto a la vernácula edición que conocía no dejaron de ser las canciones las que me parecieron más notables. Por si soy oscuro: admito que sea ímproba la tarea de traducir poesía; en tal caso resulta imprescindible el conocimiento del original, y si a él tenéis acceso, ¡acceded!

Pero ¿qué le pasa a la poesía de «The Hobbit»?, pues que son canciones (ya lo había dicho, ¿no?) Canciones de elfos, de trasgos, de hombres, de enanos, ¡de hobbits!. Sí, una canción en «The Hobbit» es más una muestra del folk-lore (¿no será más preciso hablar de un race-lore?) y una apoyatura descriptiva, de una raza, de acuerdo, pero también de una situación (¡así suena lo que está pasando!) que un vistazo a un estado de ánimo o una prolija lección de historia que derrama destellos del pasado; eso queda antes para «El Señor de los Anillos». Conforme, las dos dimensiones se dan en ambos libros; incluso canciones enteras podrían contradecirme. No es menos cierto que rara vez renuncia un poeta a su pluridimensionalidad: hablo pues de tendencias, predominio de la una sobre la otra aquí y no allí.

La transmisión oral de la historia entre los pueblos primitivos se conformaba en canto o en prosa. La poesía es una raíz escrita que se desarrolla oralmente por su declamación. Incluso actualmente no se nos escapa la importancia comunicativa de la forma cantada por su calado profundamente popular. Esta es la palabra clave: popular. La forma cantada está más extendida y es más ligera, cabe decir más auténtica. Hay en «The Hobbit» notables divertimentos siguiendo esta línea de frescura poco preocupada por el contenido. He aquí dos.

O! What are you doing,
And where are you going?
Your ponies need shoeing!
The river is flowing!
O! tra-la-la-lally
here down in the valley!

O! What are you seeking,
And where are you making?
The faggots are reeking,
The bannocks are baking!
O! tril-lil-lil-lolly
the valley is jolly,
ha! ha!

O! Where are you going
With beards all a-wagging?
No knowing, no knowing
What brings Mister Baggins,
And Balin and Dwalin
down into the valley
in June
ha! ha!

O! Will you be staying,
Or will you be flying?
Your ponies are straying!
The daylight is dying!
To fly would be folly,
To stay would be jolly
And listen and hark
Till the end of the dark
to our tune
ha! ha!

(The Hobbit. Unwin Paperbacks 1988 Fourth edition. Page 55)

Clap! Snap! the black crack!
Grip, grab! Pinch, nab!
And down down to Goblin-town
You go, my lad!

Clash, crash! Crush, smash!
Hammer and tongs! Knocker and gongs!
Pound, pound, far underground!
Ho, ho, my lad!

Swish, smack! Whip crack!
Batter and beat! Yammer and bleat!
Work, work! Nor dare to shirk,
While Goblins quaff, and Goblins laugh,
Round and round far underground
Below, my lad!

(The Hobbit. Unwin Paperbacks 1988 Fourth edition. Page 67)

Doce páginas de separación entre ellas, pero las situaciones son muy distintas; ahí están. ¿Pueden estar ambas en boca de la misma gente? No lo juraría. Pero aquí se nos quiere decir algo. No es absolutamente necesario para la comprensión, pero tratad de imaginaros las canciones en su ambiente, cantada la una por voces amables, alegres y bien educadas, croada la otra por gente violenta y dispuesta a cumplir lo que amenaza. Elfos y trasgos, o si lo preferís, orcos.

Primeramente eso se nos quiere decir: una es la canción con la que los elfos se entretienen, se divierten con sus invitados (¡Ojo, les invitan!) y es que los elfos disfrutan todo lo bueno de la vida. Por el contrario en la canción orca está explícito el deseo de dañar, el placer en la violencia, el refocilarse en el dolor ajeno. ¡No perdamos un detalle!

En primer lugar, la imaginaria melodía. Ya sabríamos, por ser élfica, que la primera puede ser una melodía agradable e ingeniosa, digna de ser cantada con el virtuosismo de los elfos; pero la sola comparación la aleja de la segunda a años luz; es menos oclusiva, marca menos el ritmo y cuida una rima académica que llega a ser compleja, y aún más al crear unidades por encima de la estrofa, asimétricas, esto es, imaginativas, que requieren una melodía rica. La canción orca estalla en oclusiones fuertes, monosilábicas, a un ritmo de marcha; sobre todo ritmo, pues la rima se repite en pocas sílabas; una inspiración claramente marcial pero que nos recuerda, además, dónde estamos, y el eco resuena en la repetición de los diptongos «au» y «ou» en las paredes de los túneles. Esto también es destacable: si la otra nos sugería frescura por su ritmo y, por qué no decirlo, su rima en «i», ésta nos connota una opresión claustrofóbica y resalta la sensación de descenso.

El lenguaje, que en la élfica es académicamente correcto y sencillo, es en la orca omisivo hasta la saciedad para destacar la expresividad coloquial del verbo, particularmente ajustada por su matiz onomatopéyico. No puedo dejar de recordar las indicaciones que Tolkien hace acerca del modo de hablar de los orcos en el apéndice F, II de «El Señor de los Anillos», sobre su desprecio por las palabras y el descuido en el lenguaje: aquí las escupen.

Concluyendo: ¿Es que deben ser así o asá las canciones élficas y orcas? Toda generalización es peligrosa, pero también esto es una generalización. Dejemos las cosas en su sitio: estas canciones son así, esto es lo cierto, y mucho lo es en relación a la parte orca. Sólo otro ejemplo de este arte encuentro en la obra novelada de Tolkien, en la página 107 del mismo libro (en la edición ya citada); hay otros matices, pero lo aquí indicado podemos vislumbrarlo allí.

En cuanto a la poesía élfica, demuestra, como en todo, una mayor riqueza y variedad, y la parte mollar de la elficidad en esta canción se la otorgaría al columbrado ingenio de la melodía, a través de la composición estrófica y de la rima, como dejé explicado. Tolkien tiene afición por este tipo de «nonsense», que pone en boca de hobbits y de enanos (En la página 23 aparece uno cantado por enanos, y es el único del que tengo noticia en esas bocas. Parece algo muy alejado de la dura y lejana cadencia de su poesía y tal vez debiera considerarse como un desliz, pero el tratamiento que Tolkien da a los enanos en «El Hobbit», tan ligero, realmente se aleja de por sí del que da en el resto de su obra).

Por cierto, muy ricos estos buñuelos, mamá.

Daerontir (vigía de la sombra)

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