26 de Octubre de 2016

Leo en «La Vanguardia» que los empleados de Caixabank en las Islas Canarias están contentos porque han conseguido reunir no sé cuántos kilos de tapones de plástico y así pueden ayudar a una chica parapléjica a comprar una silla de ruedas que le permitirá moverse con más facilidad. La noticia ya tiene un punto de normalidad preocupante, con frecuencia aparecen noticias de este tipo en todos los medios de comunicación. Son historias solidarias que permiten a la gente participar en la recogida de tapones de plástico, y lo hacen convencidos de que la causa de la maniobra vale la pena. Es la llegada del estado de los tapones del bienestar.

La tonelada de tapones se paga a 200 euros, aproximadamente. Una silla de ruedas ultra-ligera como la que suponemos que han donado a la chica canaria vale unos 3.000 euros. Es decir, que necesitamos 15 toneladas de tapones de plástico para poder pagarla. Si ponemos otros ejemplos del estado de los tapones del bienestar, habremos de determinar una tabla de precios para saber las toneladas de las que conviene disponer para hacer una operación de cáncer de mama, pongamos por caso, o la escolarización de un niño en cualquier escuela pública. Para poder afrontar una operación delicada como la que menciono necesitaremos 75 toneladas de tapones de plástico, y para poder enviar a un chico a la escuela unas 40 toneladas aproximadamente.

La gente hace estas cosas porque está convencida de hacer el bien. Pagar impuestos, por ejemplo, está peor visto. Con estas medidas, la economía de este país podría tener su cambio en tapones y formar parte del índice Forex que regula las monedas extranjeras y las materias primas. También podríamos pagar a la clase política en tapones y abrir libretas de ahorro en forma de tapones. Sería una buena idea y así ya pasamos a la economía de la miseria absoluta.

Se debería romper esta especie de conciencia falsa y participativa porque es injusta, engañosa y evade a la gente de exigir que sean las autoridades públicas las que se hagan cargo de cosas esenciales para vivir. Una silla de ruedas ligera o ultra-ligera no puede depender de la buena voluntad de la gente y una supuesta recogida de tapones. Que esto lo hagan trabajadores de las oficinas bancarias de Caixabank en Canarias es de una ignorancia que pone la piel de gallina. Supongo que se habría de agradecer el gesto, pero sin quererlo es un gesto malentendido, y ponen a los discapacitados en manos del estado de piedad.

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Original català

Taps de plàstic i l’estat del benestar

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