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Ultima Hora,  FDS,  19 y 26 de diciembre de 2003

Ilustraciones de Pep Tur – Pendientes…

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A medida que nos hemos ido civilizando, los seres humanos procesamos cada vez más información. Nuestras redondas cabecitas hacen ese trabajo con una potencia sorprendente. Además, hemos construido máquinas tan eficaces que, al paso que va la cosa, pronto lo harán mejor que nosotros. Los efectos que tendrá la informática sobre los seres humanos aún están por ver. Esto es sólo el principio.

La información no es inmaterial. Existe físicamente y se mide en bits, bytes, kilobytes, megabytes, etcétera. Antes existía sólo en los códigos genéticos de los seres vivos y en los cerebros de los animales. Nosotros hemos descubierto varios métodos para grabarla en soportes. El objetivo de meterla en almacenes es recuperar la que necesitamos cuando nos hace falta. Por consiguiente, ha de estar organizada de alguna manera. El sistema tradicional es formar índices, que son registros que describen y catalogan el resto de la información.

El efecto más visible del «boom» de la información ha sido la multiplicación física de los soportes. Es importante distinguir entre soporte y contenido. Una hoja de papel en blanco es un soporte. Cuando tiene impreso un texto o un dibujo, sigue siendo un soporte. El contenido es lo que significa el texto o el dibujo. Sólo tiene sentido si alguien lo ve y lo entiende, es decir, si vuelve a ser información en un cerebro humano. Los soportes modernos requieren equipos mecánicos que nos la presentan a nuestro gusto, en pantallas u otros dispositivos más o menos «multimedia».

La evolución técnica de los soportes y de los sistemas mecanizados de tratamiento de datos ha sido al mismo tiempo efecto y causa del crecimiento explosivo de la cantidad de información que nos llega. Es posible que un niño de hoy haya recibido más bits a los cuatro años de edad que sus cuatro abuelos en toda su vida.

La escritura es consustancial a la civilización. Las tabletas de arcilla de Mesopotamia, el papel de China, el papiro de Egipto, etcétera, han hecho posible la evolución de la imagen al texto, pasando por los iconos y los ideogramas. La aproximación fonética simplifica el problema de la codificación, pero son dos métodos que se complementan. Los gráficos transmiten mejor las ideas nuevas. Los textos son conjuntos de palabras y se basan en el depósito de saber acumulado por las generaciones que nos han precedido. Pero las ventajas son inseparables de los inconvenientes: el lenguaje humano es conservador por naturaleza.

Hay muchos tipos de contenido. Tradicionalmente, consistían en sonidos, imágenes y textos. Ahora tenemos también imágenes en movimiento, animaciones, hipertextos y todas las combinaciones posibles de los anteriores.

La imprenta sirve para reproducir mecánicamente los contenidos más tradicionales. El primer soporte musical fue la partitura. La imprenta permitió multiplicarla miles de veces. El cilindro de cera del gramófono, el disco de vinilo con microsurco, la cassette de audio, el CD y el DVD son objetos físicos que se han de transportar y se pueden vender, igual que las partituras. Cuando aparecieron la radiodifusión y la televisión, devino posible transmitir música sin mover objetos, y grabarla en soportes tomando los contenidos literalmente del aire.

La primera aplicación de la telemática a este mercado fue poner a disposición de los compradores toda la oferta de soportes, a base de índices y catálogos en línea. Como ya es posible transmitir también los contenidos y prescindir del objeto físico, la música, en ficheros .mp3 y similares, se recibe por línea o por transmisiones inalámbricas y se archiva en discos magnéticos regrabables, en discos ópticos, etcétera. Un solo ejemplar de la obra basta para hacer todas las reproducciones que pidan los clientes.

Ahora, un libro cabe en poquísimo espacio. Todo lo que hemos dicho sobre la música se puede repetir sin más sobre los libros, cuyo contenido consistía tradicionalmente en texto e ilustraciones. Es difícil saber qué futuro tiene la edición en papel. Cada vez hay más oferta de títulos en CD, en DVD, o directamente en línea. Tal vez se consolide la impresión a la carta, con terminales que fabrican un solo ejemplar del libro cuando el cliente lo encarga, pagando por adelantado. Todo esto se puede extrapolar sin más al comercio de cine, cuyos soportes han sido el celuloide, es decir, las películas, las cintas de video y los varios tipos de disco.

La banda ancha ya permite vender cualquier contenido sin cortapisas. El problema de la transmisión de la información ya no es técnico, sino económico. Como el soporte es una mercancía y la descarga de contenidos, en principio, tiene un coste marginal bajísimo, los fabricantes y los mercaderes de soportes han emprendido una guerra sin cuartel contra la piratería de contenidos. Lo más curioso es que en muchos casos el autor viviría como un rajá con el 0,01 por ciento del importe de las ventas.

El resto del dinero se lo reparten los intermediarios, porque controlan el mercado de soportes. No somos tan civilizados como nos creemos. Tenemos cuatro colmillos, como corresponde a los fieros depredadores que somos. ¿A usted le ha mordido alguna vez otro ser humano? No se fíe de los mercaderes de soportes. Lucharán con uñas y dientes por defender su negocio.

Otro día, si usted quiere, podemos hablar de los efectos que puede tener esta desmaterialización de los soportes en la difusión de los contenidos sin «copyright». Porque las bibliotecas públicas siguen usando tecnologías que, en lo sustancial, aún son las de Gutenberg…

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