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Algunos días más tarde un mensajero detuvo su caballo ante mi puerta, lo cual era un espectáculo raro, porque un egipcio no monta nunca a caballo y un sirio tan sólo en raras ocasiones, y únicamente los rudos bandoleros del desierto utilizan esta montura. Porque el caballo es un animal grande y violento que cocea y muerde si se trata de montarlo y hace caer al jinete, mientras un asno se acostumbra a todo. Incluso enganchado a un carro es un animal temible; sólo los soldados entrenados pueden dominarlo metiéndole los dedos en los agujeros de la nariz. Sea como fuere, un hombre a caballo se presentó ante la puerta de mi casa y el caballo estaba cubierto de espuma y la sangre manaba de su boca y se agitaba terriblemente. Por las ropas del hombre vi que venía de las montañas de los pastores y leí en su rostro que estaba muy inquieto.

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