Ultima Hora, 26 de julio de 2004

Ya sabe usted que el tráfico de automóviles se comporta como un líquido. Por eso las numerosas autoridades competentes intentan inútilmente regularlo, encauzarlo, canalizarlo, remansarlo, etcétera… Eso se hace con «desdoblamientos», «autostopsias», aparcamientos «disuasorios», etcétera. En los casos extremos, los ingenieros construyen barreras físicas que pretenden inútilmente laminar el tráfico como se lamina una inundación: con presas y embalses. Eso es aplicar la «receta Disneylandia».

El tráfico que existe no se destruye, sólo se transforma. El ciudadano o ciudadana que sale de su casa en automóvil hará lo que pueda y pasará por donde sea para llegar al destino de su viaje. Está en uso de su sacrosanto derecho a la movilidad, y la Constitución le ampara. Pero las ventajas son inseparables de los inconvenientes: un coche es como unas botas de siete leguas, sólo que no se las puede quitar usted nada más llegar al fin de su trayecto. No, tiene que dar vueltas y más vueltas inútilmente, hasta dar con un sitio donde deshacerse del bendito vehículo.

En Barcelona hay un barrio que se llama Gràcia. Hasta 1897 había sido un municipio independiente, con un casco antiguo de calles estrechas. Tenían bastantes problemas con los automóviles. Eran demasiados, y se los encontraba usted aparcados inútilmente por todas partes. La aplicación de la «receta Barcelona» consistía en hacer la llamada «Vía Cero», una autopista urbana que no se llevaba por delante unas cuantas casas: machacaba inútilmente manzanas enteras. Por fin, aquella atrocidad no se consumó y las comunicaciones del barrio se reforzaron con líneas de metro. Es decir, aplicando la «receta Bilbao».

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En Gràcia hay una calle que se llama la Riera de Sant Miquel. Tiene dos carriles más bien angostos, enmarcados por dos aceras reducidas inútilmente a la mínima expresión. Va desde el convento de los capuchinos de Pompeia hasta la romanísima plaza de Gal.la Placídia. Con semejantes origen y final, lo suyo sería que le hubieran dado algún rimbombante nombre en latín, como Via Porciolana o cosa parecida, pero el gracejo popular la llama «la autopista de Gràcia». Será porque soporta mucho más tráfico que otras calles con mejores condiciones, siendo paralela al Carrer Gran de Gràcia, la antigua calle mayor, y a la Via Augusta.

En esta isla hay bastantes vías urbanas que responden al mismo esquema. La calle de Sant Jaume en Santa Eulària, las travesías de Sant Rafael y Sant Jordi, etcétera, están supersaturadas inútilmente desde hace años. Eso no se arregla haciendo concesiones a los automovilistas: a más facilidades, más coches. Pero habíamos quedado en que el objetivo de la maniobra es que haya menos…

Las reformas de carreteras tienen el efecto indeseable, pero lógico y previsible, de cambiar inútilmente de sitio el tráfico existente. El de las vías que son escenario de las obras pasa a las demás. En el proceso, los pavimentos se degradan, creando inútilmente la necesidad de nuevas obras. Y así para siempre. Cualquier trabajo en la carretera de Sant Jordi incrementará el tráfico en las vías paralelas, igual que la inútil reforma de la avenida Espanya metió más coches por la Via Romana.

Como no está prevista ninguna intervención en las tales vías, porque se supone que las obras de las carreteras van a ser breves… y si no, da lo mismo, porque devoran inútilmente todo el presupuesto disponible, y más que haya… podemos anticipar una saturación de tráfico en las vías secundarias.

Hay al menos dos caminos que podrían «comerse» parte del «marrón» de Sant Jordi. Una es la prolongación de la avenida de Sant Jordi por Cas Serres, eternamente inacabada y tal vez inacabable. Y tal vez es mejor que sea así, porque desemboca precisamente en la rotonda de la avenida Espanya, que ya es un verdadero cuello de botella sin necesidad de añadir nada más. La otra es la vía compuesta por la carretera de Platja de’n Bossa y el acceso a Vila por la avenida de Pedro Matutes Noguera y las calles Asturias y País Vasco, que en aras de la brevedad llamaremos «autopista de Ses Figueretes».

Actualmente hay dos carriles de circulación, otros dos que se emplean inútilmente para estacionar automóviles y unas aceras mejorables. Las numerosas autoridades competentes meterán inútilmente todo el tráfico por estos vericuetos… para fracasar inexorablemente en la esquina de la calle Asturias con la del País Vasco, que difícilmente permite que gire un autobús, y donde es imposible que se crucen dos.

Así que ya lo sabe usted. Si vive en algún punto de la «autopista de ses Figueretes», las obras de la inútil reforma de la carretera de Sant Jordi le afectarán durante años. Y le digo exactamente lo mismo si está cerca del Camí Vell de Sant Mateu o del Camí Vell de Sant Jordi. El tráfico rebosará, por las mismas razones por las que ha reventado estos días el colector de fecales de Ses Figueretes. O las alcantarillas de la avenida España, que no han podido contener las cuatro gotas de una tormenta de verano. Y eso después de una reforma carísima, que ha causado innumerables trastornos… para revelarse finalmente como inútil.

Otro día, si usted quiere, podemos hablar de otras cosas que también pueden reventar. Las numerosas autoridades competentes no han hecho nada para respaldar el suministro eléctrico de estas islas en caso de avería. Si se producen apagones prolongados, no dejarán de funcionar sólo los acondicionadores de aire. Nos podemos encontrar con rupturas de la cadena de frío en la distribución de alimentos. Y con nuestros congeladores particulares llenos de comida estropeada. Y con otras cosas peores. Si no es este verano, será el que viene. Viendo lo que pasa en Andalucía, «cuando las barbas de tu vecino…»

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