(Ilustración de Pep Tur – Pendiente)
Última Hora, FDS, 8 de agosto de 2003
Probablemente no recordará usted un artículo mío titulado «Barreras arquitectónicas«, que apareció en Ultima Hora el 20 de diciembre de 2000. En el marco de uno de mis ejercicios de pensamiento lateral, decía yo entonces lo que sigue:
«¿Qué pasaría si viviéramos dentro de un supermercado? Sería la mar de práctico. Nos agenciamos un carrito, hacemos la compra, la traemos a casa, dejamos el carrito, recuperamos la moneda y ya está. Podemos ir a pie a todas partes, y mover bultos de bastante peso y volumen sin ayuda de nadie».
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Un ejemplo real
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En su día, esto no era más que un artificio pensado para hacerle ver que, con el tiempo, el cuerpo humano acaba por convertirse en un bulto… Un objeto cada vez más inerte, que se ha de transportar por los mismos medios que la compra del supermercado.
Como tantas otras veces, la realidad supera la ficción. Ahora se encuentra usted carros de supermercado repartidos a voleo un poco por toda Eivissa. Al parecer, se debe a razones de estricta lógica económica. Si una empresa cobra más por las bolsas de plástico que por el carro, es mejor «comprar» el carro. Algunas personas llevan el razonamiento un poco más lejos y se los llevan de dos en dos. Los encaran, los «enchufan» y recuperan las dos monedas.
Una posible solución sería prohibir que salgan de los centros comerciales, pero una barrera arquitectónica que les corte el paso también dificultaría o impediría el acceso de los automóviles y el de los clientes. Y un simple letrero, sin una vigilancia eficaz y permanente, es poco útil. Prohibir las cosas sin más nunca da buenos resultados.
Tal vez la solución sea seguir con la misma lógica y poner puntos de recogida de carros en lugares estratégicos. Un empleado de la empresa, con un tractor parecido a los que hay en el aeropuerto para esa función, los recoge y se los lleva de vuelta al supermercado. El siguiente paso es «externalizar» el servicio. Los carros son propiedad de una compañía «ad hoc», que vive de cobrar un canon o un porcentaje sobre las ventas de los comercios.
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Aquí la cosa ya está funcionando
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Las ventajas del sistema son evidentes. Hacemos muchos viajes en coche para mover, por ejemplo, una planta grande. Esos trayectos se podrían hacer a pie. Sacamos el carro con una moneda, vamos al comercio, cargamos la mercancía, la llevamos a nuestro destino y devolvemos el carro en cualquier punto de estacionamiento. La forma de garantizar que acabamos el proceso es la misma de los supermercados: recuperamos la moneda. Por cierto, será cosa de pensar alguna cosa para que no funcione lo de «enchufar» los dos carros…
Tengo bastantes fotografías más, todas hechas bastante cerca de mi casa…
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