Una aclaración.

Nuestro sistema democrático limita a cierta clase política a la toma de medidas sólo a corto plazo para que la gente perciba que su labor es útil. No es sólo una crítica (que también), sino una evidencia. Muchos políticos bienintencionados manifiestan su impotencia ante la imposibilidad de cambiar las cosas en sólo cuatro años. Algunos cambios requieren el paso de una generación entera. De ahí que los intentos de cambiar el sistema educativo mueren con cada cambio de gobierno, y es que quien controla la educación controla la ideología de los futuros votantes.

Dicho esto, uno piensa que nada impediría que las fuerzas políticas pudieran pactar ciertos mínimos relacionados con valores éticos, cívicos, ecológicos, humanitarios… Lamentablemente, hasta esos valores están hoy en día comprometidos por los intereses económicos que apadrinan a los grandes partidos políticos.

Imaginemos por un momento que existe la voluntad de inculcar un modelo de movilidad sostenible en las escuelas, pactando que, gobierne quien gobierne, se promoverá durante los próximos cuarenta años el uso de la bicicleta y el transporte público. ¿Alguien duda de que el lobby del automóvil y del petróleo, esos que guardan una silla en sus consejos de administración a las viejas glorias de la política, con influencia en el IBEX y en los grandes medios de comunicación, no moverían ficha para defender sus intereses? Pues eso.

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