La versió catalana de na bea puig és publicada a

Els fills del capità Verne, de la Societat Catalana de Ciència-Ficció i Fantasia

Pagès Editors

(Sobre el «Viaje al centro de la Tierra»)

El que nos ocupa hoy es uno de los libros más recordados de entre los muchos que escribió Verne, que fue, sin duda, el primer gran exponente de la ciencia-ficción. Pero resulta ser de los más flojos del lado de la «ciencia». Por lo tanto, debe ser muy fuerte en el de la «ficción»…

Recapitulemos lo que ocurre

El libro está narrado en primera persona por Axel, que es un joven huérfano de carácter irresoluto. La acción comienza un domingo de 1863, cuando su tío, el profesor Otto Lidenbrock, llega a su casa antes de la hora habitual. Es un hombre de fuerte carácter, que se gana la vida como mineralogista. Axel apenas ha tenido tiempo de presentarnos a Marta, la sirvienta, cuando el profesor lo llama a gritos. Mientras corre hacia su despacho, nos menciona que en la casa vive también una joven virlandesa de nombre Gräuben, ahijada del profesor.

A ratos perdidos, el profesor es bibliómano. Llega muy contento, porque se ha hecho con un raro volumen huroneando en la librería del judío Hevelius… Axel nos dice que sólo le interesan los libros si son inencontrables o, por lo menos, ilegibles. Hoy se trata de un ejemplar muy antiguo del «Heims Kringla» de Snorre Turleson, una crónica de los príncipes noruegos que reinaron en Islandia. Es un manuscrito rúnico. Cuando lo hojea, cae de entre sus páginas un trozo de pergamino que contiene un texto breve, escrito también con runas islandesas.

El profesor resulta ser un verdadero políglota. Procede a transliterar el texto y descubre que está cifrado. Es un criptograma. En la anteportada del libro encuentra el nombre de Arne Saknussemm, un sabio islandés del siglo XVI, que fue asimismo un célebre alquimista. De ello colige que el documento esconde un secreto de gran importancia. Promete no comer ni dormir hasta arrancárselo, y da principio al análisis del enigma.

Su primera deducción es que las proporciones de vocales y consonantes no corresponden a las de ninguna lengua germánica. Por lo tanto, debe estar escrito en un idioma meridional. Muy probablemente en latín, que era el vehículo normal de la comunicación entre los sabios de aquella época.

En este punto, la vista de Axel se detiene en un retrato de Graüben, que está en Altona visitando a unos parientes… Nos confiesa que está enamorado de la bella virlandesa, y que ella le corresponde. Están prometidos en secreto.

El profesor sigue con sus elucubraciones y plantea la hipótesis de que las columnas del texto están dispuestas verticalmente según una clave. Le dice que escriba una frase cualquiera siguiendo este patrón, y nuestro amigo, que está pensando en sus cosas, pone en el papel lo que sigue:

J m n e G e
e e , t r n
t’ b m i a !
a i a t ü
i e p e b

es decir, «Je t’aime bien, ma petite Graüben!». A su vez, el profesor está tan enfrascado en el documento que pasa por alto la metedura de pata de Axel. A continuación, lo toma de nuevo y le dicta lo que sigue:

mmessunkaSenrA.icefdoK.segnittamurt
necertserrette,rotaivsadua,ednecsedsadne
lacartniiiluJsiratracSarbmutabiledmek
meretarcsilucoYsleffenSnI

Ante esta sarta de letras sin sentido, el profesor baja corriendo las escaleras y se precipita a la calle como alma que lleva el diablo para desahogar su frustración. Axel toma el papel e intenta descifrarlo, sin éxito. Sofocado por las emociones del día, usa la hoja para abanicarse, y de pronto ve palabras latinas en el reverso. Cree sufrir alucinaciones, pero el texto cobra sentido a contraluz. Lo único que faltaba para entender el mensaje era leerlo al revés. La luz, unida a las luces y las letras de Axel, le ha llevado a dar el último paso: «lo poco que a él le faltó, la casualidad acababa de dármelo». Como sabe latín, lo lee… pero la información que encierra el documento es demasiado turbadora. Su primera intención es destruirlo. Cuando se dirige a la chimenea para quemar no sólo la hoja de papel, sino también el pergamino original, se abre la puerta del gabinete y aparece de nuevo su terrible tío.

Así que decide callar y dejar que el profesor descifre el criptograma por sí mismo… si puede, porque tan sólo veinte letras ya dan cosa de 2 432 902 008 176 640 000 permutaciones, y el texto contiene ciento treinta y dos. El número de combinaciones posibles se escribe con ciento treinta y tres cifras, por lo menos, y escapa totalmente a nuestra comprensión.

El profesor persevera, cierra la puerta de la casa con llave e impide que Marta salga a comprar víveres… El hambre cambia las ideas. Al poco tiempo, la resolución de Axel se rompe y le revela que ha encontrado por azar la clave del enigma. Por fin lo leemos, y dice lo siguiente:

In Sneffels Yoculis craterem kem delibat umbra Scartaris Julii intra calendas descende, audas viator, et terrestre centrum attinges. Kod feci. Arne Saknussemm.

Una traducción podría ser:

«Desciende al cráter del Yocul de Sneffels que la sombra del Scartaris viene a acariciar antes de las calendas de Julio, audaz viajero, y alcanzarás el centro de la Tierra. Como yo lo hice. Arne Saknussemm».

Dicho esto, entablan una discusión sobre la posibilidad de semejante viaje. El profesor conoce la geografía de Islandia, y sabe que el Scartaris es uno de los picos del volcán Sneffels. Saknussemm les da una indicación infalible sobre qué cráter es el que lleva al centro de la Tierra. Axel dice que la temperatura del subsuelo aumenta con la profundidad, de manera que pronto encontrarán el paso cerrado por el magma en fusión. El profesor le replica que si el núcleo del planeta estuviera incandescente, la tensión de los gases lo habría hecho estallar como un globo inflado en exceso, y aplaza la cuestión hasta bajar por el cráter: ya lo verán. Axel juega su última baza: en el interior de la Tierra no hay luz, y por lo tanto, no verán nada. Pero el profesor está resuelto a partir hacia Islandia cuanto antes, porque su alma de científico se ha inflamado con la sed del descubrimiento y ninguna consideración le detendrá hasta apagarla.

Axel sale al encuentro de Graüben, que regresa de Altona, y la pone en antecedentes de los proyectos del profesor. Ella, lejos de desanimarle, le dice que «¡Está bien que un hombre se distinga por alguna gran empresa!»… Bueno, nuestro amigo se tranquiliza con el pensamiento de que su tío se olvidará pronto de este viaje imposible, pero cuando llegan a la casa la encuentran llena de los objetos que se ha procurado para la expedición. Hay con qué cargar a diez hombres… El profesor le dice que partirán pasado mañana, al amanecer. Mientras tanto, Graüben sigue animándole a partir, porque… «A la vuelta, Axel, tú serás un hombre, su igual, libre de hablar, libre de actuar, libre en fin de…» Y se despide con la siguiente frase: «Ve, mi querido Axel, ve, dejas a tu prometida, pero encontrarás a tu mujer a la vuelta». En fin…

La primera etapa del viaje los conduce hasta Copenhague, donde han de embarcarse hacia Reykiavik. Mientras esperan una nave que les lleve a Islandia, el profesor le hace subir a la torre de la iglesia de Vor Frelset, para darle «lecciones de abismo»… Con eso hace sensibles progresos en el arte «de las altas contemplaciones».

Al poco, zarpan en la goleta «Valkyrie». Axel soporta bastante bien las pruebas de la mar; pero su tío, para su gran despecho y su vergüenza más grande todavía, se marea como cualquier novato…

Arriban a Islandia y las cartas de presentación que traen de Hamburgo y Copenhague les ponen en contacto con varias personas de importancia, especialmente con el catedrático Fridriksson. Cuando el profesor le pregunta con avidez mal disimulada si la biblioteca local posee las obras de Arne Saknussemm, el sabio del siglo XVI, a la vez gran naturalista, gran alquimista y gran viajero… resulta que se han perdido, porque fue condenado por herejía, y sus libros fueron quemados en 1573 en Copenhague por la mano del verdugo.

El catedrático les recomienda que contraten como guía a un islandés. Se llama Hans Bjelke. Resulta ser alto y fuerte, extraordinariamente parco en palabras, «un hombre que ignoraba o desdeñaba la lengua de los gestos», de temperamento tranquilo… «la economía del movimiento llevada hasta la avaricia». Ha de acompañarles hasta el fin de la expedición científica. Su salario es de tres rixdales a la semana, que ha de serle satisfecho cada sábado por la tarde.

A continuación, Axel nos enumera los útiles y herramientas que han traído, y nos habla de la provisión de carne concentrada y bizcocho seco para seis meses. No llevarán agua, sólo ginebra y cantimploras. El profesor cuenta con hallar fuentes subterráneas, y las quejumbrosas objeciones de Axel sobre su calidad, su temperatura e incluso su ausencia no obtienen el más mínimo resultado. También nos dice que su tío lleva en el cinturón una buena cantidad de dinero en oro, plata y billetes.

Con esta impedimenta, y otras muchas cosas que me dejo en el tintero, emprenden el viaje hacia el Sneffels. El camino está salpicado de instructivos encuentros. Entresacaremos los que tienen con un leproso y con un eclesiástico. Durante el trayecto, el profesor informa a Hans de que piensa explorar los subterráneos del volcán hasta sus últimos límites, información que el guía acoge sin inmutarse lo más mínimo. Axel nos habla del éxtasis que siente en las altas cimas. Superado el vértigo de sus principios, ya se ha acostumbrado a estas sublimes contemplaciones…

Por fin llegan al cráter del Sneffels. Pero la meteorología está a punto de dar al traste con los designios del profesor. El cielo está siempre cubierto, y el dispositivo de Saknussemm necesita sol para producir la sombra que nos señalará el cráter que conduce al centro de la Tierra. Por fin, un mediodía, la sombra del Scartaris cae dulcemente sobre el borde de la chimenea central, y…

– «Forüt!» – dijo tranquilamente el guía.

– «¡Adelante!» – respondió el profesor.

Era la una y trece minutos de la tarde.

Nuestros tres amigos comienzan un descenso a las profundidades de la Tierra que nos llevará… quién sabe dónde.

Y… «hasta aquí puedo leer».

Unas cuantas pistas… muy obvias

El libro empieza con el descubrimiento de un criptograma. Con eso, Verne nos está diciendo que lo leamos como si fuera un mensaje cifrado. No todo tendrá un doble sentido, pero vamos a ver qué se nos ocurre…

Buscando asociaciones, el nombre de Axel nos hace pensar en un eje, en la línea ideal que pasa por el centro de cada cosa. Por ejemplo, por la vertical de la Tierra… o la de cada uno de los seres humanos.

El profesor Lidenbrock es «el que rompe las tapas o cubiertas». «Eyelids», en inglés, son los párpados. Así, puede ser «el que abre los ojos». Es mineralogista, es decir, especialista en piedras. Comparte el oficio con los canteros, que trabajan las piedras sagradas de las catedrales y hacen, etimológicamente, liturgia.

En cuanto a la buena Marta, su nombre es el de la hermana de Lázaro, uno de los resucitados por Jesucristo, que lo sacó del sepulcro.

Y el de Graüben también podría ser una alusión a la tumba, «Graben» en lengua alemana. Por otra parte, Verne nos repite varias veces que es «virlandaise», sin aclararnos a qué punto geográfico corresponde este gentilicio. «Virland» podría ser la actual Estonia, pero esto no nos saca de dudas sobre cómo ha llegado la chica hasta Hamburgo, ni por qué.

El principio de la acción es el hallazgo de una guía para un viaje. El profesor no es sólo el más indicado para encontrarla, sino uno de los poquísimos seres humanos capaces de seguirla… tal vez el único. Es un tanto bibliómano, un verdadero políglota, y además un paleógrafo: un experto en lenguas antiguas, en palabras perdidas y en alfabetos desusados. Para hacerlo más fácil, el texto está cifrado. Menos mal que Arne Saknussemm se molestó en dejar su nombre escrito en el libro… Más que una pista, es una «autopista» que nos lleva de la mano a las tradiciones esotéricas, al «retorno de los brujos», a los Superiores Desconocidos, en fin… Aún así, sólo la Luz, y las luces y las letras de Axel, llevan a la comprensión del mensaje: «lo poco que a él le faltó, la casualidad acababa de dármelo».

La relación entre Axel y Graüben recuerda un poco el mundo de los cantares de gesta. Ella le dice que… «A la vuelta, Axel, tú serás un hombre, su igual, libre de hablar, libre de actuar, libre en fin de…»; este «serás un hombre» me recuerda el «If» de Kipling, un poema que también se dirige a los jóvenes. Al despedirse, Graüben se manifiesta como la dama que va a esperar el retorno de su caballero, una vez cumplida la hazaña.

Siguen los tránsitos por los elementos tradicionales: Aire, Agua, Tierra y Fuego.

En Copenhague, el profesor sube con Axel a la torre de la iglesia de Vor Frelset, para darle «lecciones de abismo»… y del arte «de las altas contemplaciones». Ya tenemos el elemento Aire.

Sigue la travesía hasta Reykiavik, a través del elemento Agua… Verne la denomina expresamente «prueba».

Allí, el catedrático Fridriksson nos confirma oficialmente, por si no nos habíamos dado cuenta, que Saknussemm fue un ocultista. La religión organizada le persiguió con saña. Nos dice que el verdugo quemó sus libros, pero no lo que le pasó a él. Más adelante, recomienda al profesor que contrate a un islandés como guía. Se llama Hans Bjelke.

Hans es obviamente «Juan», y la primera asociación que nos viene a la cabeza es que su nombre es el del Bautista, el Precursor de Jesucristo. En cuanto a «Bjelke», por lo que he podido saber, es una palabra escandinava que podríamos traducir por «viga», y que también puede designar el caballón de tierra que se forma entre dos surcos después de arar la tierra. Se trata, pues, de un apellido que nos sugiere la rectitud.

Ya tenemos, pues, a los tres personajes que van a descender hasta el centro de la Tierra. Buscando asociaciones tradicionales, la primera que nos viene a la cabeza es «Vide, audi, tace», es decir, «Ve, oye, calla». Es una de las divisas, cómo no, de los alquimistas. La verdadera sabiduría es silenciosa, y Hans nos lo recuerda cada vez que abre la boca para decir, generalmente… una sola palabra. Ocioso es decir que el profesor es el que ve y Axel el que oye. Su papel es oír por nosotros. Una variante del lema es «Vide, aude, tace»: «Ve, osa, calla». Como dice Saknussemm: «audas viator»…

A continuación, Axel nos enumera los útiles y herramientas que han traído, y nos habla de la provisión de carne concentrada y bizcocho seco para seis meses. Aquí hay una de las inconsecuencias más «acientíficas» del libro. Es imposible llevar en una mochila alimentos para seis meses. Suponiendo que la ración diaria pese cuatrocientos gramos, una simple multiplicación nos da que cada personaje ha de mover un fardo de setenta y dos kilos. Eso sin contar con el montón de cachivaches que se ha traído el profesor desde Hamburgo: «hay con qué cargar a diez hombres». También lleva una buena cantidad de dinero. Aparte el salario del guía, se hace difícil entender en qué comercios piensa hacer las compras, pero… aquí haremos lo que Tolkien llama «a suspension of disbelief». Por cierto, en la Tierra-Media el problema de los víveres se resuelve de un modo mucho más elegante…

Y sigue el viaje sobre el tercer elemento simbólico, a saber, la Tierra. Por el camino se encuentran con varias personas. Habíamos destacado al leproso, que es obviamente un símbolo de la muerte, y al eclesiástico. Aquí Verne suelta otra andanada contra la religión «oficial», cuyo papel como enemiga de la Ciencia ya nos dejó claro cuando ensalzaba a Saknussemm frente a sus perseguidores.

Y ya están trepando a las montañas. Axel nos habla del éxtasis que siente en las altas cimas, porque ya ha aprendido el arte de las sublimes contemplaciones. Con esto, Verne nos dice que ya ha superado el primer grado de la iniciación.

Y por fin, una feliz conjunción de lo que Gandalf llamaría «luck and good management» los lleva al Sneffels en el momento oportuno. Nuestros tres amigos comienzan un descenso a las profundidades de la Tierra que nos llevará… quién sabe dónde, a través del cráter, que nos introduce en el cuarto elemento tradicional, el Fuego.

Se trata del clásico viaje a los infiernos subterráneos… es decir, al sepulcro. Con eso vivirán una muerte simbólica y un nuevo nacimiento. En otras palabras, es un trayecto iniciático. El lema de este viaje es el V.I.T.R.I.O.L. :

Visita interiora terrae rectificando invenies occultum lapidem

Esa piedra es el «lapis philosophorum», la piedra filosofal de los alquimistas. Tal vez lleguemos al centro de la Tierra, o tal vez no… En cualquier caso, leyendo este libro habremos iniciado un «Viaje al centro de Verne». Aplique usted este tratamiento a sus obras. Los resultados son sorprendentes.

Para saber más…

Michel Lamy – Jules Verne, initié et initiateur – Payot, ISBN 2-228-85020-9

Miguel Salabert – Julio Verne, ese desconocido – Alianza Editorial, ISBN 84-206-0112-8

Fernando Savater – La infancia recuperada – Taurus, ISBN 84-306-2098-2

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Viaje al centro del Verne desconocido…

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