Me pregunto si todas estas imbecilidades tendrán
el mismo nivel de prioridad presupuestaria
si cambian los poncios de turno.
Vistas las trayectorias e historiales de los candidatos,
parece harto probable que todos estos despropósitos
sigan avanzando inexorablemente hasta el desastre final.
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Por el camino nos habremos quedado
sin ferrocarriles convencionales,
es decir, sin los trenes verdaderamente útiles,
los que mueven mercancías a diario,
para hipotecar a las generaciones futuras
con unas líneas carísimas,
pensadas para que una pequeña minoría de la población
viaje cómodamente desde y hasta la Villa y Corte.
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La cita relevante es de
D. Emilio Fernández Fernández, directivo de Transfesa:
«Hay que tener muy claro que hay que hacer
un ferrocarril de pobres para hacerlo rentable».
Pues bien, aquí seguimos haciendo todo lo contrario…