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La idea de que

la velocidad es buena «per se»

es uno de los grandes errores

de esta época

que nos ha tocado en suerte.

Nuestra percepción de la cosa

no viene de

la observación empírica

de la realidad,

sino de la propaganda

con la que nos bombardean

los mentirosos profesionales

a sueldo de

los fabricantes de coches.

Dicho esto, el tiempo es

la materia prima

de la vida humana,

y tiene un valor que,

como todo, es relativo

al de otros valores.

No podemos

pasarnos toda la vida

yendo y viniendo

del gimnasio a la Casa de Campo

y de la Casa de Campo al gimnasio.

Y los trenes, no lo olvidemos,

siempre han sido

más rápidos que los coches.

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