30 de junio de 2007
En su momento, los ibicencos deseamos, consentimos o no pudimos evitar alquitranar los campos de almendros e higueras para construir unas grotescas autopistas que, además, les permitirían a unos pocos poder jubilar a sus nietos. Con ello, se desfiguró para siempre la identidad de isla pequeña, para asemejarse cada vez más a una identidad de ciudad, al tiempo que se violaba la dignidad de muchas familias que quedarán estigmatizadas por los abusos sufridos.
Ahora, como si de un castigo divino se tratase, un fatal lapsus humano alquitrana nuestras aguas y costas de levante, cuando todavía no nos hemos repuesto de un mediocre inicio de temporada en el que las medusas han sido fieles turistas de las playas, en el que una inoportuna amenaza de bomba ha azotado aún más nuestra imagen maltrecha ganada a pulso en los últimos años, y en la que ya tenemos otro tipo de ofidio más viviendo con nosotros (pues la víbora humana hace años que habita la isla).
En octubre, si nada lo impide, cerca de nuestro «mini-Prestige» particular de es Daus, podremos asomarnos a otro kafkiano sinsentido: la definitiva destrucción, con premeditación y alevosía, de una de las bahías más bellas del Mediterráneo para poder disfrutar de un supermegachulipuerto a la altura de las hipermegachuliautopistas, para así ayudar a ahuyentar a aquellos turistas de calidad que gozaban de los sabrosos frutos ibicencos que ofrecíamos antaño: armonía y belleza del entorno, originalidad de nuestra cultura, seguridad, mesura y respeto…
Cierto que urge la remodelación de nuestro tercermundista puerto. La situación es tan insostenible como desmesurada la solución de las dos descomunales plataformas previstas en el dique de es Botafoc, que se aboga como la única solución viable y ya cerrada. Nuestra hermana Formentera supo evitar el camping porque se luchó con fe hasta el final, nuestra hermana Menorca ha preservado celosamente su entorno y cultura propios. Aprendamos de ellas. Es necesario frenar esta enferma inercia destructiva y pensar en alternativas menos agresivas para reordenar el puerto, que en el fondo nunca se han querido escuchar de verdad por parte de unos, ni luchar con fe por parte de otros. De no remediarlo, se va a repetir con el puerto la misma historia que con las autopistas: tras crucificar la tierra, ahora le toca al mar.
Leí que quienes presenciaron la crucifixión de Cristo por curiosidad, sin tratar de evitarla, a pesar del conocimiento de su inocencia, fueron condenados a cargar con la culpa en su conciencia y a presenciar el sufrimiento de personas hasta el fin de los tiempos. Pienso que no podemos convertirnos en espectadores pasivos de otro irreversible error que atañe a uno de los símbolos de esta isla mágica y de su identidad colectiva: la bahía del puerto.
Ojalá que el episodio de nuestro particular «mini-Prestige» nos sirva para poder visualizar de forma premonitoria los riesgos habituales (por supuesto en escala incomparable, pero graves) que un puerto comercial o deportivo implica en sus zonas adyacentes, más aún si éstas son playas: contaminación por aceites y combustibles, pérdida de transparencia del agua, destrucción de la posidonia…
Al cruel asesinato de la Platja des Duros que supuso la construcción del dique de es Botafoc en el año 2000, le podrían seguir ahora incurables heridas a las playas de ses Figueretes, d’en Bossa y de Talamanca. Y sin pensar en la estocada definitiva que supondría la construcción de un surrealista puerto deportivo en es Viver. Ante tanta estupidez, como apenas sabemos proteger el entorno, ni escuchar las señales que nos envuelven, ni frenar la pulsión compulsiva a la destrucción, el mar nos envía una señal bien negra y visible, tal vez la última señal, directa al corazón de la arrogancia, para que de una vez por todas la escuchemos y no cometamos con el mar y el puerto de Ibiza el mismo error que cometimos en la tierra con las autopistas. Todo el mal que le hacemos, tarde o temprano, se vuelve en nuestra contra.
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Javier Serapio Costa es psicólogo y psicoterapeuta
Javier Serapio Costa…
Eivissa – Ibiza…
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