29 de junio de 2005
Tanto se lleva maltratando a esta hermosa isla que, al parecer, se están produciendo extrañas mutaciones hasta en los duendes y seres de nuestra mitología popular, que antaño se camuflaban en los recovecos más inhóspitos de las casas, pozos, cisternas, amparados en la oscuridad de la noche. Algunos de los tradicionales barruguets y fameliars han ido sufriendo importantes transformaciones en su morfología a medida que el entorno natural ibicenco ha ido viéndose progresivamente destruido, fruto de la pasiva y apática actitud de nuestra sociedad ibicenca para cuidar tan preciada naturaleza y, principalmente, por la tremendamente ineficaz labor de muchos de nuestros políticos y gobernantes, que pronto coparán las listas de espera de nuestros juzgados por sus presuntos delitos. Así se han llegado a generar dos maléficos y terroríficos espíritus malignos nuevos: el barrugueuret y el cementliar. Desde hace muchos años se están apareciendo a muchos personajes influyentes de la isla, a algunos políticos, gobernantes y apoderados, a quienes han hecho enloquecer con sus extrañas demandas.
El barruguet era un enanito de apenas medio metro, de cara y brazos alargados, voz estridente y un carácter nervioso e inquieto que llegaba a molestar e incordiar hasta desquiciar a los habitantes de las casas. Habitaban en lugares oscuros y recónditos, pozos, cuevas, agujeros de la pared. Sólo podían ser tranquilizados y dominados dándoles un trozo de pan con queso. Parece ser que algunos de estos barruguets han ido sufriendo cambios, su tronco se ha ido redondeando hasta configurar una perfecta moneda de un euro, con unos pequeños bracitos y piernas completamente depilados. A la altura del pecho aparece una medalla en la que se puede leer: «Yo cuido la isla y la protejo». Este duende maligno es el barrugueuret, vive en aquellos despachos donde abundan papeles redactados para encubrir delitos urbanísticos; en los huecos de los muebles y archivadores que custodian planos y papeles de recalificación de terrenos para favorecer a ciertos personajes; en los cajones donde existen documentos y proyectos de modificación de leyes para liberar de responsabilidades y cargos a muchos políticos infractores; en los rincones de las habitaciones donde se hacen los tan típicos «pactos de caballeros». El barrugueuret cuando aparece siempre dice: «Ara que tens es poder, aprofita’t, i xucla sous, sous i més sous» («Ahora que tienes el poder, aprovéchate, y chupa dinero, dinero y más dinero»).
El fameliar era otro enanito muy feo, calvo, vivía dentro de una botella o jarro negro. Cuando lograba escapar de la botella, siempre daba brincos constantemente y pedía «feina o menjar» («comida o trabajo»). Gozaba de un poder y fuerza extraordinarios. Si no se le daba suficiente comida o tareas compulsivas, impensables para hacer en poco tiempo por las personas, se volvía insoportable. Se calmaba con una oración mágica susurrada a su oído, o al ser sacudido con una rama de olivo bendecida. Algún fameliar también ha ido mutando en las últimas décadas hasta convertirse en cementliar. Este nuevo duende tiene el aspecto de un pedazo de hormigón solidificado de apenas medio metro, con una pequeña cabeza de cemento. Despide un fuerte y pegajoso olor a alquitrán. También tiene bracitos y piernas depiladas, y en el pecho lleva otra gran medalla, ésta pone: «Soy amante de la naturaleza ibicenca». Vive en las botellas, recipientes, tazas, vasos, máquinas de bebidas y cafés que se encuentren cerca de los lugares donde se cometen todo tipo de irregularidades e ilegalidades por parte de personas con poder e influyentes en Ibiza. Cuando se aparece, muestra un rostro desencajado y mientras babea grita una y otra vez: «Som es cementliar, i sense parar, a fer autopistes i a urbanitzar, així tendràs sa felicitat». El cementliar es amigo íntimo del barrugueuret, y cuando aparecen juntos su fuerza destructiva se multiplica por mil, siendo totalmente devastadora.
Desgraciadamente, el cementliar y el barrugueuret no se calman con pan y queso, ni con ninguna oración mágica. Cuando han podido actuar sobre algún frágil político o gobernante ibicenco, ya no hay vuelta atrás, se entra en una compulsión destructiva donde no existe ningún límite a la voracidad económica y constructora. En poco tiempo, la persona queda completamente vacía de sentimientos, sin capacidad para pensar con perspectiva y manejada por su egoísmo y odio hacia quien no piense como él.
Y es tremendamente contagioso. Sin embargo, estos duendes son inofensivos para aquellas personas que sean mínimamente maduras, honestas y honradas; con poseer tan solo un poquito de sentido común uno ya queda inmunizado ante su fuerza.
Pero para frenar y controlar esta malévola fuerza, una vez que ha actuado sobre muchos políticos y gobernantes, sólo se conoce una pócima, casi imposible de generar en esta desintegrada sociedad ibicenca, pero que algunos sabios, magos y alquimistas están intentando a marchas forzadas descubrir, antes de que sea tarde. En Ibiza sólo se consiguió crear en una ocasión, cuando toda la isla entera se unió para poner el límite a la locura de sus gobernantes, totalmente desquiciados por la fuerza del cementliar y del barrugueuret, y se logró salvar Cala d’Hort. La situación actual es mucho más crítica. Ahora es Ibiza entera la que está amenazada de muerte. La pócima debe de conseguir saltar la crispación política PP-Pacto actual de la isla y lograr que todos los que amamos la isla de verdad nos pongamos la misma camiseta, la única valida, la de Ibiza, y seamos del equipo que seamos, atender al sentido común, a la conciencia, como aquella vez (incluidos muchos ciudadanos que tal vez por el miedo al qué dirán o al señalamiento preferirían esconderse, aun a sabiendas de la aberración que suponen las nuevas leyes aprobadas del PTI, proyectos de autopistas…). Por supuesto, si algunos de los que participan en la elaboración de la pócima pretenden recoger cosecha publicitaria y política, la pócima no resultará, y como consecuencia Ibiza quedará desfigurada para siempre.
Ibiza ya no puede ser más una finca particular de unos pocos que gestionan la isla a su antojo con sistemas y procedimientos feudales, típicos de épocas medievales y donde una parte de la sociedad ibicenca sigue anquilosada. Salvemos esta maravilla de la naturaleza que podría ser Ibiza, y que, si no reaccionamos a tiempo, morirá. Movilicémonos el día 1 de julio. Intentemos crear por segunda vez la pócima. Para detener la mutación de estos duendes malignos también tenemos que mutar los ibicencos, porque nosotros mismos los hemos creado: la sumisión y miedo a expresarse, (endémicos de una parte de la sociedad ibicenca más tradicional), la indiferencia de otra parte y la fatal combinación de la comodidad y la sobrevaloración de los aspectos económicos y superficiales de la vida y de la personalidad en detrimento de los emocionales, internos y ecológicos solo pueden crear duendes maléficos como el barrugueuret y el cementliar, políticos omnipotentes como la mayoría de los que tenemos en Ibiza, y como consecuencia, una isla irreconocible en su identidad y fisonomía, enferma terminal de cemento, urbanizaciones y autopistas.
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Javier Serapio Costa es psicólogo y psicoterapeuta
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Isidor Marí Mayans – En Pere Bambo i es fameliar…
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