Febrero de 2009
Es imposible que las cosas cambien mientras solo atendamos a sus capas superficiales, sin profundizar en sus raíces. En las islas y pueblos pequeños la opinión pública y social, y “el qué dirán” han poseído siempre un peso específico mucho mayor que la propia realidad en sí. Ha sido, y todavía es, para muchos, un auténtico lastre para expresarse, permitirse libertades y ser más felices. Si uno no se detiene a cuestionarlo o no adopta la suficiente distancia, el crecimiento será “hacia afuera” en vez de “hacia adentro”, valorándose más lo que “parece” y se “tiene”, que lo que “es” en realidad.
En Ibiza, desgraciadamente, el afán de dinero, poder y apariencia continúan sacrificando progresivamente los valores internos, ecológicos y emocionales, (precisamente aquellos que seducían antaño a los visitantes, dejándolos prendados y embelesados). Se ha potenciado y se sigue potenciando, desde algunos sectores decisivos de la sociedad, el desarrollo de una máscara que oculta cada vez más la verdadera identidad isleña. Y a veces, la falsa máscara adquiere tanta fuerza que queda adherida a la piel, y ya no se puede quitar, consiguiendo casi suplantar a la identidad real que subyace. Se valoran las palabras, en vez de los hechos. Se destruye la memoria, se repiten los problemas. Se intentan apartar las bocas discordantes. Y se potencia la doble moral tan frecuente por estos parajes: hablar de sostenibilidad mientras se firman proyectos insostenibles; hablar de proteger el patrimonio mientras se arrasan yacimientos arqueológicos; colgar medallas de oro a instituciones que luchan por la defensa del entorno natural y cultural para, poco después, pasar a ignorarlos por completo…
Las “curas de maquillaje” son insuficientes para el daño interno isleño porque lo aíslan bajo la alfombra intentando que nos creamos la máscara: es decir, lo magníficos, bellos, ecológicos, limpios, originales, seguros y baratos que jamás podremos ser como destino si seguimos por este camino que sólo conduce a una identidad tan ingenua como falsa. Pero el turista atento, sensible e inteligente (tal vez el que ya no interesa) percibe, nada más llegar a la isla, la realidad que sangra bajo la máscara del marketing, la “ve y la huele”, y por supuesto, la paga. Si se dedica gran esfuerzo a la máscara sin intervenir valientemente sobre la malherida realidad que hay debajo, no podremos evitar seguir engañando a turistas como si fueran peces, que atraídos por un aparente y goloso “cebo natural”, se ven después “atrapados” en un, cada vez más, vulgar y gris “señuelo artificial.”
Javier Serapio Costa es psicólogo y psicoterapeuta
Javier Serapio Costa …
Eivissa – Ibiza…