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He de confesar que ya me produce hastío la casi inevitable pregunta – en ocasiones acusación – sobre si no hay problemas más graves cuando alguien se manifiesta en defensa de los animales no humanos. En «Cada uno a su manera», Martín Casariego se hace eco de esta pregunta formulada por un periodista a Morrissey tras la afirmación del cantante de que las corridas son «la vergüenza de España», para apresurarse a catalogar sus opiniones como perteneciente al grupo de las muy variadas «estupideces», «memeces», «sandeces», ante las que Casariego admite no saber siempre si reírse o indignarse.
Se salva de esta crónica el listado que el escritor nos ofrece de los magníficos comienzos de algunas de mis novelas favoritas; me temo que he de consignar el resto de su opinión al mismo catálogo en el que él coloca las totalmente respetables opiniones de Morrisey. Y lo hago por ese hastío que me produce la insistencia en establecer una jerarquía cuando del sufrimiento se trata, como si el no ocupar el primer puesto hiciera ese sufrimiento menor. Entiendo que un problema es importante para quien lo sufre, independientemente de que haya quien opine que los hay mayores, y no entro en esas valoraciones cuando de solventar alguno se trata. Según se lee en la crónica, Morrisey no participó en ese juego de las jerarquías absolutas, sino que se centró en evaluar el modo en que el problema afecta al individuo que lo padece cuando dijo, en relación a las corridas de toros, que «No hay problemas más importantes en España si resulta que eres un toro». Y es que el sufrimiento es único para el que lo padece, independientemente de la etnia, género o especie a la que pertenezca.
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