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Elefante en el río – Fotografía de Vicent Ribas Prats, Trull
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Seguramente ya sabrá usted que en la India hay elefantes domesticados. Los emplean como bestias de tiro y con fines ornamentales, para que el rajá salga a paseo y cosas así. Bien, los elefantes sólo pueden trabajar unas dos horas al día. El resto del tiempo lo dedican a jugar, a bañarse, a dormir y, sobre todo, a comer. Esto se debe a que su aparato digestivo es muy poco eficaz. Los rumiantes, por ejemplo, sacan mucho más partido de los vegetales que componen su dieta. Esta información es muy importante para los escarabajos peloteros, porque los excrementos de elefante les deben resultar menos nutritivos que los de vaca. Como los seres humanos estamos en otro eslabón de la cadena trófica, podemos trabajar más horas al día que los elefantes. No sé cuántas hacen los escarabajos peloteros.
Hace muchos siglos que se discute cuánto tiempo podemos trabajar nosotros. Los monos aulladores, o sea, nuestros primos hermanos, pasan buena parte del día cantando a coro. Los griegos y los romanos pensaban que la vida era el ocio y lo contraponían al negocio. O sea, que su ideal era no dar golpe. A estas alturas del tercer milenio, está claro que, para ser felices, tenemos que dedicar bastante tiempo a jugar, a bañarnos, a dormir y a comer. Aunque hay gente para todo, y algunos emplean su ocio en confeccionar grandes bolas de excrementos. Y no falta quien las hace en horas de trabajo, y encima le pagan espléndidamente por ello.
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Escarabajos peloteros
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Como todo eso está en la naturaleza humana, los teóricos del productivismo llevan muchos años buscando formas de sacar más partido de esas escasas horas útiles de la jornada. Organización, optimización, mecanización, informatización, telecomunicación, etcétera, han multiplicado el producto del trabajo humano de tal modo que tenemos más cosas que nunca. Ya no nos llega el tiempo ni para ver los anuncios de los millones de juguetes para niños y adultos que hay en el mercado. Aquí y ahora, hay más comodidades en la casa de una familia de clase media de las que tenía cualquier rey en la época feudal. Como nada es gratis, todo esto tiene un precio. Otro día, si le parece bien, reflexionaremos juntos sobre cómo lo pagamos nosotros.
Volviendo a los elefantes, todo intento de extraer más trabajo de un ser humano obligándole a prolongar su jornada laboral más horas de las que dice el convenio está condenado al fracaso. Pasará más tiempo atado a sus herramientas, pero no producirá más valor. Su trabajo será de mala calidad y cometerá errores. Gran parte del tiempo se desperdiciará en corregirlos. Y encima será un desgraciado. En una empresa moderna, que vive de su imagen, un personal estresado y desmotivado, y por consiguiente antipático con el público, es un pésimo activo.
Todas estas perogrulladas las puede entender cualquier cagamandurrias. Pues bien, los hemisferios pensantes que están gobernando muchas empresas hoy en día no las captan. Ahora pretenden que hagamos jornada intensiva por la mañana y jornada normal por la tarde, ¿te das cuén? Y es que los ejecutivos de hoy en día ya han conseguido que los elefantes y los seres humanos se encuentren sumamente incómodos en sus empresas. Ya veremos lo que pasa con los escarabajos peloteros.
Hablando de otra cosa y de lo mismo, ya habrá visto usted esos contenedores para reciclar papel y cartón que dicen que «Tu papel es importante». Tal vez se refieran a esos contratos de trabajo de hoy en día, que se escriben en «kleenex», porque los empleados son de usar y tirar. En cuanto a convenios, estatutos y demás cortapisas legales, no son papel mojado, son papel higiénico. Por eso le ruego que, si decide imprimir este artículo, lo haga en papel de lija. Así, la Superioridad se lo pensará un poco antes de emplearlo en los menesteres a los que dedica todo lo que escribe la tropa.
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Cornaca y elefante en el río – Fotografía de Vicent Ribas Prats, Trull
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