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Verano de 1999

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Retomando el asunto donde lo deja Josep Maria Albaigès en [O-67],

un axioma militar de siempre es que la mejor batalla es la que no se da.

El uso óptimo de la fuerza es disuadir al contrario y evitar que nos ataque.

Es obvio que funciona, pero no siempre…

Usando una de las herramientas favoritas de Josep Maria (y del que suscribe) para trabajar un tema, he recuperado tres citas útiles en la memoria de mi amado Psion. Helas aquí:

En un banquete de los industriales británicos del armamento, celebrado en 1861, sir William Armstrong, el famoso fabricante de cañones, dijo que «Por mucho que las apariencias estén en contra de nosotros, estoy persuadido de que somos los verdaderos conservadores de la paz, puesto que nada es más propio para obligar a ceder a una nación en sus propósitos agresivos que el conocimiento de la superioridad de las armas de la nación que quiere atacar».

Por otra parte, Julius Krizsan, diputado verde por Bonn, decía que, desde el año 650 antes de Cristo hasta hoy (era en 1983), los historiadores han contabilizado 1.656 tentativas de mantener la paz mediante la preparación para la guerra. En 1.640 casos hubo guerra. En los restantes, los potenciales contendientes se arruinaron.

Y la tercera. El Roto puso en boca de Sadam Husein lo que sigue: «Nos van a bombardear no porque tengamos armas, sino porque no tenemos las suficientes para que resulten disuasivas. En el futuro procuraremos tener más».

Parece que acabaremos el siglo sin tercera guerra mundial. Tal vez sir William tenía razón y la MAD -Mutual Assured Destruction- ha servido de vacuna contra la escalada de los conflictos. Pero el equilibrio del terror se basa en la existencia de dos (o más) rivales que puedan incinerar el planeta con bombas atómicas. Dejar el famoso botón en una sola mano abre, por decirlo en términos del más exquisito eufemismo, grandes posibilidades de chantaje internacional…

Decía yo que «Antes, un dólar valía un dólar porque en Fort Knox había oro. Ahora un dólar vale un dólar porque la Sexta Flota dice que vale un dólar. Por esta regla de tres, mientras Eurolandia no tenga flota, un euro valdrá lo que la Sexta Flota diga que vale».

La consecuencia lógica de la existencia de una sola flota es que sólo vale una sola moneda. Varios Estados que no tienen lo que hay que tener hablan de renunciar a su propia divisa. Para decir lo mismo en otras palabras, de dar curso legal al dólar en sus territorios. Falta que uno de ellos dé el paso, y el efecto dominó hará el resto. Tal vez sea Argentina, pero aún puede adelantarse otro…

(Fue Ecuador)

Dice Josep Maria que existe confianza en el dólar, y que la crisis petrolífera de 1973 es la prueba más contundente de que se dispone hasta el momento para avalar cuanto decimos. Como ésta no afectaba a USA, esta potencia decidió «permitirla».

Yo no lo veo igual. La confianza en el dólar se basa en la inquebrantable voluntad, mil veces demostrada, de sacudir muy fuerte con el «Big Stick» a cualquiera que no acepte dólares en pago de lo que sea. Esto incluye los casos en que los occisos, por razones que ya no sabremos nunca, no querían vender…

A primera vista, los causantes del follón de 1973 fueron los «productores», cuando se montaron la OPEP y empezaron a subir por su cuenta el precio del crudo. Eso de «productores», en este contexto, induce a error. En inglés, «to produce» no tiene el sentido que le damos nosotros de fabricar cosas. Es un «falso amigo». El término se traduce mejor por «extraer» o «cosechar», según los casos. El petróleo no lo producen los Estados que los azares de la política han puesto encima de los yacimientos. Para «fabricarlo» hay que enterrar unos cuantos millones de toneladas de residuos orgánicos a unos cuantos kilómetros de profundidad, esperar unos cuantos millones de años, y yattá.

Volviendo a esta especie de acuerdo de la oferta que fue la OPEP, apareció mucho después que el acuerdo de la demanda. Eran las famosas «siete hermanas», que controlaban (y controlan) la distribución del petróleo en el mercado mundial. El precio del crudo viene a ser algo así como el quince por cierto de lo que pagas cuando compras gasolina… El resto se lo llevan las refinerías, los intermediarios y… cómo no, los impuestos. De manera que las «siete hermanas», que casualmente radican casi todas en Gringolandia, sacaron una tajada descomunal de la «crisis». Los Estados tampoco salieron del asunto con las manos vacías.

A la OPEP le tocó hacer de malo de la película. No se conformaban con lo que les repartían en sus platitos. Claro, los pobres querían meter sus cucharitas en la sopera, igual que los mayores. Y el intento les salió carísimo. Pensad que hay ciertas entidades que manejan presupuestos enormes para «estabilizar» el precio del crudo. Para ello «desestabilizan» todo lo que haga falta.

No importa multiplicar los ejemplos. ¿Alguien se acuerda de cómo bombardeaban Libia los gringos? O de aquella «revolución» que destronó al Sha de Persia, acaso un poco manipulada, quizá, por los servicios secretos «occidentales». La guerra que se entabló luego entre Irán e Irak ha sido una de las más tremendas de este siglo. «Tremendo» es lo que hace temblar. Y bastantes de los cientos de miles de muertos iraquíes de la guerra del Golfo no se habrán podrido aún. Estarán momificados bajo la arena del desierto, porque los zapadores «aliados» los enterraron vivos en sus trincheras.

Y es que todavía me asombra el desparpajo de las potencias «occidentales», tan civilizadas, cristianas y democráticas, cuando defienden a un régimen tan civilizado, cristiano y democrático como el de Kuwait, frente a otro tan civilizado, cristiano y democrático como el de Irak, en nombre, cómo no, de la civilización, del cristianismo y de la democracia. Con estas credenciales no es raro que las sucesivas intervenciones en Yugoslavia hayan tenido poca credibilidad.

¿Y qué pinta Eurolandia en este hermoso cuadro? Bueno, los dos socios con armas nucleares tienen de toda la vida unas tendencias a ir por libre que no presagian nada bueno para el futuro. Algunos ingleses son más gringos que los propios gringos. Los franceses ya manifestaron su punto de vista en Mururoa. Luego vienen nuestros amigos de la República Federal… Aún vive mucha gente que recuerda cuánto se divertía la Wehrmacht en sus excursiones turísticas por los países vecinos. Ahora tienen el Deutsche Mark, que en alemán suena muy, muy parecido. Aplasta menos que los Panzer, pero basta darse una vuelta por Mallorca para ver que también invade mucho. Italia sirve de portaaviones para los ataques aéreos contra Milosevic. Y los demás hacemos de mariachis.

El papel del Japón en todo esto cae fuera de mi «orden del día», pero no podemos permitirnos el lujo de ignorarlo. Espero que José Beltrán Escavy se anime pronto a contarnos tantas cosas como sabe sobre el Imperio del Sol Naciente. Las cartas que me envió desde allí son de las más interesantes que he recibido en mi vida. Como es normal y lógico, el «remite» venía en japonés. Por cierto, también puede hablarnos de Rusia…

Siguiendo con la «estabilización» de los socios de la OPEP, ahora le toca el turno a Venezuela. No tiene nada de particular que los militares se crean que pueden salvar un país. Lo han hecho cientos de veces. Por eso es tan difícil de entender que se lo crean también los civiles…

Para terminar por hoy, una pequeña aclaración. Los «duendes de la imprenta» se comieron dos letras de mi «Bienvenidos» en [O-66]. Mi «nombre fácil» para la nueva divisa no era «eudólar» sino eurodólar, que no es precisamente una palabra nueva…

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