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(Ultima Hora, 8 de noviembre de 2000)
Viajar nunca ha sido más cómodo que quedarse en casa. Uno viaja generalmente por trabajo o por negocios. A veces, por placer o por turismo. Esto se debe a que el período de vacaciones suele ser más corto que el laboral. Al principio todos los viajes se hacían a pie, pero la necesidad aguza el ingenio y hace ya muchos años que se aplica la inventiva humana para hacerlos menos incómodos.
Probablemente, el vehículo que empleó el primer ser humano que consiguió que le transportasen fuera otro ser humano. Aún hoy, los seres humanos llevan a otros seres humanos en literas, sillas de manos, sillas gestatorias, etc., como bestias de carga. Luego, algunos espabilados domesticaron caballos, burros, camellos y hasta elefantes, para que los llevasen sobre el lomo. Cuando otros espabilados inventaron la rueda y el carro, el ser humano ascendió a bestia de tiro. Todavía quedan por ahí muchos «rickshaws», los taxis de Oriente. Ahora el conductor va pedaleando. Antes iba corriendo entre las varas del carro…
Probablemente, la distinción entre pasajeros y transportistas es tan antigua como la distinción estre ricos y pobres. Cuando los ricos iban en coche de caballos, ser cochero era un oficio servil. Los caballos son bestias que sudan, muerden, cocean y producen, ejem, residuos; sólidos, líquidos y gaseosos. De todas formas, ir de pasajero en un coche era más cómodo que hacer el mismo trayecto a pie. Y daba mucho más «status». Los ricos pagaban a gusto por tener coche y cochero.
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En Sevilla…
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Cuando se inventó el ferrocarril la teoría cambió algo, pero poco. Los primeros «caminos de hierro» no eran más que eso, caminos con las roderas forradas de metal. Luego, un espabilado puso pestañas en los carriles, para que los vagones fueran solos cuesta abajo. Otro puso las pestañas en las ruedas. Por fin, otro más embarcó un motor de vapor para tirar de los trenes cuesta arriba. Y ya tenemos los elementos esenciales del ferrocarril hasta hoy; los demás son accesorios.
Estaba muy claro que conducir el «caballo de hierro» seguía siendo un oficio de pobres, porque las locomotoras de vapor, tal vez el artefacto más parecido a un animal que se haya inventado, también sudan, muerden, cocean y producen residuos; sólidos, líquidos, etcétera. Y seguía estando muy claro que los ricos eran los pasajeros, aunque los pobres ya pudieran viajar en quinta clase. Ha leído usted bien, en los primeros tiempos del ferrocarril hubo cinco clases.
Cuando Daimler y Benz inventaron el automóvil con motor de explosión, la cosa siguió funcionando igual. Los coches también sudan, muerden, cocean y producen residuos; sólidos, etcétera. La palabra «chófer» viene de «chauffeur», en francés «el que calienta». Es el que se cuida del hogar de una locomotora hasta que hay suficiente vapor en la caldera para iniciar el viaje. Unas dos horas paleando cinco toneladas de carbón. Piense usted que se trata de hacer hervir una olla a presión con miles de litros de agua. Ser conductor de automóvil seguía siendo un oficio servil.
Hoy en día, los ricos siguen teniendo un chófer que conduce el coche, los deja delante de la puerta de casa o del despacho, aparca, etcétera. También lleva a la señora a sus compras, a los niños al colegio, etcétera. Se ocupa de la gasolina, del aceite, del aire, del mantenimiento, etcétera. Si los coches sudan, muerden, cocean y producen residuos, etcétera, no es problema de los ricos. Siguen pagando a gusto por tener coche y cochero.
A los demás nos han convencido, vaya usted a saber cómo, de que si tenemos coche es que somos ricos. Cuando nos pasamos las horas al volante haciendo de chóferes de los demás, o de nosotros mismos para el caso, estamos ejerciendo de ricos.
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… más de cerca.
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Conducir es tiempo de vida perdido. Si uno va de pasajero en un coche de caballos, en un tren o en un automóvil, puede relajarse, dormir, leer, pensar, distraerse; en una palabra, vivir. El conductor debe, o debería, ir siempre pendiente de doce cosas al mismo tiempo. El teléfono móvil, que le permite «aprovechar» ese tiempo muerto para hablar de tonterías mientras conduce con una mano, está rebajando aún más el ya de por sí escaso margen de seguridad de los coches. En esta época productivista, si no está usted haciendo algo, está perdiendo el tiempo. Y todo el mundo tiene muy claro que conducir es perder el tiempo. Viajando en transporte colectivo ganamos tiempo y recuperamos calidad de vida.
Porque aún me tiene que explicar alguien qué tiene de cómodo ir en coche para llegar a tiempo a una cita, meterse en un embotellamiento, no poder aparcar, y llegar, por fin, pero tarde…
El transporte público de verdad es verdaderamente cómodo. Pero ojo, sólo el de verdad. Cuatro líneas de autobús con frecuencias de paso bajas no satisfacen las demandas de movilidad de la mayoría, y los que pueden pagarlo siguen usando el coche. Otro día, si usted quiere, podemos hablar de lo que entiendo yo por calidad del transporte público. El problema de la movilidad no tiene tantas soluciones.
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