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Julio de 2005

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7.35 horas, parada de autobús Can Parentona,

en la carretera de Sant Antoni.

Es impresionante la cantidad de coches que pasan.

No son turistas. Es gente que va a trabajar.

A estas horas el autobús no pasa cada cuarto de hora. Esta frecuencia empieza después de las nueve y media. En cada coche va sólo una persona. Parece que quieren dejar atrás esta soledad lo más rápido posible. Los coches que llevan más personas van un poco más despacio y no hacen tanto ruido.

Una frase en la película «El señor Ibrahim y la flores del Corán», que se pudo ver el viernes en la plaza de Santa Gertrudis (una encantadora iniciativa del Ayuntamiento), define a la perfección por qué los proyectos viarios del Consell y del Govern me hacen sentir tan extremadamente incómoda: «La lentitud es el secreto de la felicidad», dice el señor Ibrahim a su hijo adoptado.

Y esto es lo que nos falta en esta isla, caras felices. Parece mentira que vivamos en un destino turístico.

Odio la carretera de Sant Antoni. Me produce estrés sólo pensar que tengo que salir con el coche a esta carretera, porque no me deja ir a una velocidad razonable. Siempre hay algún impaciente pegado al culo de mi coche. Todas las veces que puedo, procuro ir en autobús, pues así puedo ir tranquilamente leyendo algún libro. Pero a veces no tengo más remedio que coger el utilitario y entonces procuro ir por carreteras secundarias, donde los coches no pueden ir a estas velocidades tan bestiales a los que van algunos conductores desconsiderados.

No son las carreteras las que matan, sino la velocidad y las imprudencias. Esta convicción mía produce infinidad de preguntas: ¿cómo evitarán los responsables políticos en las carreteras amplias que ellos proyectan que la gente vaya más rápido todavía?, ¿por qué en las carreteras más pequeñas de la isla no se producen prácticamente accidentes? Porque no están saturadas, me dirán. Entonces ¿por qué no procuran que haya un buen servicio de transporte público, líneas de autobuses que salen con más frecuencia y a más destinos? ¿Qué harán en cuanto se queden estas carreteras ampliadas también saturadas?, ¿las ampliarán otra vez? ¿Alguien ha hecho alguna vez el cálculo de lo que nos cuestan a todos estos miles de coches en la carretera? Pues esto es lo que veo y pienso cuando espero el autobús. Los coches en los que va más de una persona los puedo contar. Los otros, no.

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