Ilustración de Pep Tur (( pendiente ))

Ultima Hora,  FDS,  2 de mayo de 2003

El 19 de marzo de 2003, José Miranda decía que «está a punto de acabar la legislatura y se puede ya asegurar que si de algo han servido estos cuatro años es para comprobar con amargura que en Eivissa no hay manera de que instituciones de distinto color puedan colaborar o, al menos, entenderse».

Y el 20, Nito Verdera lo remacha: «La isla de Ibiza […] ha llegado a la edad madura para que, sin demoras, ponga en marcha los trámites necesarios que permitan constituir el Consorci Insular d’aigües, en el que se encuentren representados el Consell Insular, el Govern Balear y los ayuntamientos».

Según la filosofía organizativa al uso, para cada función procede crear un órgano. Por esta regla de tres, los problemas del servicio de taxis se resuelven con un consorcio insular del taxi. La gestión de los residuos sólidos, con una mancomunidad de vertederos. La seguridad ciudadana, con una mesa en la que está presente todo el mundo… menos la administración central, que resulta ser la que tiene competencias exclusivas en la materia. Para reunir la mesa del transporte hubo que juntar cuatro de esos muebles, cada uno de ellos de dimensiones más que regulares. Para hablar de la muy necesaria armonización de los tributos municipales montarán un órgano consultivo que puede tener, poco más o menos, la misma cifra de componentes que la Asamblea General de la ONU. Y así para siempre…

Asistimos a una expansión sin precedentes de la clase política y de la burocracia. El pastel administrativo ya no es un postre normal, es una tarta de bodas de cinco pisos: Ayuntamientos, Consell, Palma, Madrid y Bruselas. Y los consorcios resultan ser… otro piso más. Sólo aportan otra demora a unos trámites que ya son desesperantes.

Hallándose la China invadida por los japoneses, un conocido poeta y filósofo local dijo que hacían falta «menos pero mejores tropas, y una administración más simple» para ganarles la guerra. Aplicando este aforismo y otros similares, llegó a hacerse el amo del país más poblado del mundo. La aplicación de esta doctrina al caso que nos ocupa es que procede poner a dieta los aparatos de decisión política y adelgazar también la burocracia. La mejor forma es agregar todos los municipios en un solo ente local y fusionarlo con el Consell. Con eso conseguimos una administración única en toda la isla de Eivissa. Eso, por sí solo, no evita ni dirime los conflictos entre los miles de intereses que pugnan por llevarse al agua tal o cual gato. Pero la actual división los garantiza, los mantiene y los potencia, con nula ventaja para los ciudadanos.

Otro día, si usted quiere, podemos seguir hablando sobre lo que cuesta esa famosa tarta de bodas… y sobre quién paga el convite. Ya verá qué risa le entra.

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