<<<
Dedicado a Cyril Northcote Parkinson
Ultima Hora, 19 de junio de 2001
En teoría, un grupo produce más y mejores resultados que el conjunto de los individuos que lo componen, trabajando por separado. Como todas las generalizaciones, contiene una parte de verdad y otra de, digamos, tópico.
Las organizaciones humanas funcionan mediante procesos para tomar decisiones y llevarlas a la práctica, siguiendo métodos que conviene poner por escrito. Como llevamos siglos haciendo experimentos, hay miles de «recetas». Las de una asociación sin fines lucrativos se llaman Estatutos. Suelen decir que la Asamblea General aprueba el plan de actividades y el presupuesto. La gestión diaria se delega en un comité que se llama Junta Directiva y controla los pagos. Para disponer de fondos, serán necesarias las firmas del Presidente, del Tesorero y del Contador. Cada año hay elecciones para decidir qué personas ejercerán los cargos. Etcétera.
En la práctica, lo que suele ocurrir es que uno, dos o los tres tienen talonarios de cheques firmados en blanco por los demás. Se sigue la letra de la norma, y los posibles malentendidos o errores se van remediando sobre la marcha. Uno se pregunta por qué los Excelentísimos Socios Fundadores complicaron tanto los Estatutos que no se pueden cumplir. Hay tantas respuestas como asociaciones. El hecho es que, hoy por hoy, prácticamente todas las entidades son gobernadas por comités.
Ahora podría decirle lo que yo creo que es un comité. Pero sería mejor que se detenga usted un momento y escriba su propia definición de la palabra ¿Ya lo ha hecho? Pásemela cuando nos veamos.
>>> Contacto
Como es natural, también hay miles de recetas para hacer funcionar los comités. La experiencia ha descartado la mayor parte y nos ha dado algunas reglas empíricas que conviene conocer. Seguramente habrá oído decir que «un camello es un caballo diseñado por un comité». Para contentar a todos los que tienen voz y voto en cualquier asunto, hay que aceptar alguna parte de todas las propuestas. El resultado tiene demasiados componentes, funciona mal, es caro y encima no le gusta a nadie.
Esta ley también se aplica a la composición del propio comité, sobre todo si las funciones son retribuidas. Como hay muchos interesados en «participar», hay más miembros de los que en rigor tienen algo que decir o que hacer. De modo que tiene demasiados componentes, funciona mal, es caro y encima no le gusta a nadie.
El tiempo que se desperdicia en las reuniones aumenta exponencialmente. Si dos personas pierden cuatro minutos, tres perderán ocho, cuatro dieciséis y así hasta el infinito. Si un comité tiene más de quince miembros, es prácticamente seguro que ya no funciona y que las decisiones se están tomando en otra parte. Las leyes se hacen en las comisiones del Congreso. Si todo se discutiera en los plenos, aún no se habría aprobado la Constitución.
Volviendo a nuestra entidad, «para hacer pagos serán necesarias las firmas del Presidente, del Tesorero y del Contador…» Es como si los Estatutos mandasen que el dinero vaya en un camello con tres jorobas, y cada año se decide quiénes suben en cada una. Un camello diseñado por un comité tendrá dos cabezas, tres jorobas y cinco patas, o tal vez más.
«Si quiere usted que algo se haga, encárguelo a un comité cuyo número de miembros sea impar y no superior a dos». Los camellos de verdad tienen una cabeza, cuatro patas y una joroba o dos. Las llamas no tienen ninguna. Los famosos «meharis», lejos de ser «errores de diseño», corren más que los caballos, transportan cargas pesadas a distancias muy considerables y aguantan semanas sin beber.
Por supuesto, las primeras víctimas del sistema son las personas que lo componen. Los comités son grupos reducidos de gente que se ve con frecuencia y tiende a darle la razón al baranda. En algunos casos extremos, llegan a perder el contacto con la realidad y rechazan cualquier concepto que no encaje con la doctrina de la jerarquía. A veces uno oye decir cosas a personas que parecen estar en su sano juicio y se percata de los efectos que tiene eso de comulgar a diario con ruedas de molino sobre la independencia de criterio. Se trata, insisto, de casos aislados.
Y tal vez todo esto tenga alguna aplicabilidad por aquí. Cuando se estableció la división administrativa de Eivissa, el vehículo más rápido era un caballo al galope. Ahora estamos en el siglo XXI, y por extraño que parezca, se mantiene sin mayor variación. Para prestar servicios de ámbito insular, se funda una mancomunidad «ad hoc» entre los Ayuntamientos, y se nombra el correspondiente comité para dirigirla. Si el Consell, el Govern Balear o el Estado tienen algo que decir, envían un representante. Y así van las cosas.
En Eivissa hay una serie de problemas de transporte con los taxis, los autobuses, los camiones, la red viaria, etcétera. Según las recetas al uso, procede fundar una mancomunidad para resolverlos. Al parecer, la idea es llamarla Consorci de Transports. Estará dirigida, obviamente, por un comité. Ahora podría hacer un pronóstico sobre lo que pasará si se hace, pero ya ve usted que no soy partidario. Como dice Ross Perot: «If you see a snake, just kill it. Don’t appoint a committee on snakes». Si ves una serpiente, mátala. No convoques un comité sobre serpientes.
Otro día, si usted quiere, podemos seguir buscando juntos la manera de matar el dragón del tráfico. Tranquilamente, porque usted y yo sólo somos dos, y no vamos a montar ningún comité…
<<<
Admonuni…
>>>