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 Ultima Hora, 9 de octubre de 2001

Ya sabe usted que me gusta empezar estas conversaciones nuestras definiendo los términos que vamos a utilizar. Hoy no es fácil… Eso de la sostenibilidad se ha metido en el lenguaje de los políticos y no significa lo mismo para todo el mundo. Algunos dicen que es una cualidad positiva. Otros, que es sólo un pretexto para hacer moratorias urbanísticas y demás atentados a la sacrosanta libertad de empresa… de los que tienen capitales para invertir, naturalmente. Se detecta esta dualidad cuando se habla de «desarrollo sostenible» y alguien dice que se queda sólo con el sustantivo.

A nivel lingüístico, lo contrario de «sostenible» es «insostenible». En otras palabras, es algo «que no se puede aguantar». Porque se cae por sí solo, o porque alguien dice que es insoportable. Lo mejor será que escriba usted ahora mismo su propia definición de sostenibilidad. Bueno, la verdad está ahí fuera. Intentemos centrarnos en los hechos.

Imagínese que estamos usted y yo en una estación espacial, mirando Eivissa con un telescopio. Desde aquí arriba la vemos entera. La isla contiene un conjunto finito de objetos que forman un sistema cerrado. Un sistema es sostenible si es estable a largo plazo. Si hay contradicciones entre sus componentes, se desequilibra. Al fin, todo se hunde. Desde nuestro punto de vista, los seres humanos somos la parte más importante del sistema. Pero de ahí a que seamos lo único que importa…

Ahora enfocamos el telescopio a un barco. Es como una isla artificial que se mueve. También es un sistema cerrado. Si el mayordomo se olvida de embarcar algo antes de zarpar, el cocinero tendrá que pasarse sin ello hasta la próxima escala. Eso sí, los desechos se tiran por la borda.

Hacemos otro «zoom» con el telescopio y vemos el mundo entero. Es como un barco que navega por el espacio, rumbo a las estrellas. Y también es un sistema cerrado. Todo lo que hacemos tiene repercusiones globales. La basura de los barcos contamina el mar entero. Los gases tóxicos que producen los automóviles en Eivissa no van a otro planeta. Se quedan en éste. Etcétera.

Y haciendo otro «zoom» con el telescopio, vemos una casa antigua en Eivissa. También es un sistema cerrado. Lo que no se produce en la finca hay que traerlo de fuera, y los desechos se reciclan o se vierten en otra parte. Si no, acabamos enterrados en la basura. Las estaciones espaciales tienen ese problema precisamente.

Foto: Michael BREUNIG

Recapitulando, hemos visto que una isla, un barco, un planeta y una casa son casos particulares de sistemas cerrados, como las estaciones espaciales. Hace unos pocos siglos, todo esto estaba mucho más claro. La interdependencia creciente de los sistemas, eso de la «globalización», también ha llegado aquí. Lo que ocurre en Eivissa ya no se entiende si no se ponderan factores que antes no existían. Todo esto es de cajón.

En la medida en que una casa aún es un sistema cerrado, es como una isla, es como un barco y es como un planeta… o como una estación espacial. Veamos si es o no sostenible. Podemos empezar, por ejemplo, con eso de la seguridad ciudadana.

A veces hay delitos en el campo. La «opinión pública» pide más patrullas rurales que den más tranquilidad a toda esa población que vive diseminada por ahí. Eso implica un aumento de las plantillas policiales, de sus medios de transporte… y de sus presupuestos, naturalmente.

En Eivissa, hace unos pocos siglos, todo el mundo tenía armas en casa. También había bastantes torres de defensa. Pero ya ve usted que tenían un coste muy elevado de construcción y mantenimiento. Que sólo se paga si es del todo inevitable.

Como tranquilidad viene de tranca, los particulares que se lo pueden permitir contratan empresas privadas. Lo ideal es tener siempre al menos un vigilante en la finca. Una semana tiene ciento sesenta y ocho horas. Si la jornada laboral fuese de treinta y ocho horas semanales, nos harían falta al menos 4,42 personas para cubrir el servicio. Como hay que ser muy rico para pagarles el sueldo, lo más habitual es contratar centrales de alarmas. Cuando se dispara alguna, los vigilantes han de presentarse en cuestión de minutos. En otro caso, servirán de poco.

Lógicamente, los delincuentes toman sus medidas. Usan medios acordes con la protección del objetivo, o buscan otro más fácil, incrementando las necesidades… de vigilancia, naturalmente.

En Eivissa tenemos en marcha un modelo de urbanización que requiere cada vez más seguridad privada, «in situ» y remota. Eso implica unos caminos que permitan un acceso rápido a todas partes. Si no los construyen los propietarios, la «opinión pública» pedirá que los hagan las administraciones. Esas facilidades de acceso animan a más personas a mudarse a casas aisladas. Las fincas rústicas de hoy ya no son autosuficientes. Dependen del transporte en camión y coche. Que se basa en un suministro permanente de petróleo a precios bajos.

Otro día, si usted quiere, podemos hablar otro poco del modelo de movilidad al uso. Es a la vez efecto y causa del «desarrollo» urbanístico. Repase usted la definición de sostenibilidad que había escrito antes, y dígame si ve alguna contradicción insuperable. Me encuentra en

juan_manuel@grijalvo.com

o buscando verdades por ahí fuera, aunque no sea en la estación espacial…

 

George Orwell – The Road to Wigan Pier, chapter 11:

The world is a raft sailing through space with, potentially, plenty of provisions for everybody; the idea that we must all cooperate and see to it that everyone does his fair share of the work and gets his fair share of the provisions seems so blatantly obvious that one would say that no one could possibly fail to accept it unless he had some corrupt motive for clinging to the present system.

El mundo es una balsa que navega por el espacio con, potencialmente, provisiones en abundancia para todos; la idea de que todos debemos cooperar y ocuparnos de que todos hagan una parte equitativa del trabajo y tengan una parte equitativa de las provisiones parece tan obvia que uno diría que nadie puede dejar de aceptarla, a menos que tenga algún motivo corrupto para aferrarse al presente sistema.

Noemí Grijalba – Sostenible

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